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“Y habló el Eterno a Moshé y Aharón, diciendo: Cada hombre en su bandera, según la señal de la casta paterna, se estacionarán los hijos de Israel frente-alrededor del Ohel Moëd, se asentarán” (2, 2).
El concepto de banderas y símbolos distintivos es, aunque no lo crean, absolutamente judío. Y, al margen de considerarse emblemas patrióticos, es un vínculo espiritual ligado a una realidad muy elevada, la cual difícilmente llegaríamos a comprender.
¿Qué idea se esconde detrás de la orden de señalar a las tribus con banderas? Dice Rashí, en nombre del Midrash: “Según la señal, cada bandera tendrá su símbolo, una tela colorida penderá de él. El color de uno no es como el del otro. El tono de cada uno era como el color de su piedra, la que estaba fija en el pectoral del cohén gadol. De esta manera cada uno podía identificar su símbolo”.
Otra explicación es la que figura en el Midrash Tanjumá: “Cada uno de acuerdo a las señales que les trasmitió su padre Yaäcov, cuando lo llevaron de Egipto a enterrar a la tierra de Kenaän, como está escrito: ‘Y le hicieron (harán) sus hijos a él así como les ‘ordenó (Bereshít, 50/12). Yehudá e Issajar y Zebulún lo levantarán por el flanco oriental, Reubén Shimön y Gad por el lado sur, etc.”.
Vemos claramente que existe una estrecha relación entre las tribus y su representación en el santuario a través del pectoral del cohén gadol, y con su posición respecto a la litera de su padre Yaäcov al momento de llevarlo a enterrar.
Rashí dice: “La manera en que cada uno podía identificar su bandera era observando la piedra correspondiente a su tribu en el pectoral del cohén”. Y no se entiende, pues si cada tribu tenía una bandera representativa en el campamento, ¿para qué recurrir al joshen mishpat para identificarse? Tenemos que decir que la identificación a la que se refiere Rashí no era para saber dónde vivían y no equivocarse de carpa, sino para reconocer sus cualidades internas y estar al tanto de su potencial espiritual a cada momento; tal como lo que representaba el símbolo de su tribu.
Ese era justamente el formato del pueblo de Israel, ya que todas sus capacidades espirituales y físicas tenían un lugar en el corazón del cohén gadol, aquel que establecía el eslabón de Israel con su Creador. Surgían de él y se elevaban por ese mismo medio al trono celestial.
Esta idea no concluye ahí, pues también su posición alrededor del tabernáculo era determinante, y sin ella no podían avanzar por el desierto. En un sentido más profundo, tampoco por la vida, en el ámbito espiritual. Se trataba de la estrecha relación que cada uno guardaba con la influencia paterna.
Es imposible desligarnos de lo que nos dejaron nuestros ancestros. Quien pretenda fortalecerse de manera interna sustituyendo el consejo paterno por lo que ofrece la modernidad, simplemente no logrará llegar lejos en la vida.
El árbol de raíces profundas crece alto, y el que es cortado de raíz simplemente muere. Por este motivo, Israel guardó la misma posición alrededor de la cama de su padre Yaäcov cuando tuvieron que deambular por el desierto, de alguna manera diciendo: “Solamente de esta forma será posible sacar a la luz nuestro verdadero potencial”.
Rabí Yerujam Leibovitz, ZT”L, de Mir, explica que este es el fundamento de Shavuot: sacar a la luz nuestro potencial oculto. “Esta es la esencia de la recepción de la Torá. Es decir, Moshé hizo descender al mundo algo que estaba resguardado en la más alta esfera celestial, donde no existe nada más oculto que ello. Por ese motivo, cuando se dice: ‘Y Moshé bajó (la Torá) a la tierra’, en otras palabras, la convirtió en acción al descubierto. A esto también se refiere cuando dice: ‘Y descendió Dios sobre el Monte Sinaí’. Resulta que el fundamento de recibir la Torá es el principio de la revelación, de sacar a la luz una fuerza interna. Por esa razón, el evento del Monte Sinaí se hizo tan público y con tanta demostración de poder por parte de Dios, para enseñarnos que este es todo el propósito de la Torá: estudiarla con la intención de cumplir cada una de las mitzvot. Este es todo el propósito de nuestra llegada a este mundo; sacar de lo potencial a la acción física”.
¡Shabat Shalom!
Yair Ben Yehuda