La guerra de Israel y Gaza va por más de 260 días. El fin de esta significará que Hamás no sea quien tenga el control absoluto de la zona, pero su presencia desestabilizadora quedará por algún tiempo, tiempo que parecerá muy largo. La promesa de Netanyahu y su gabinete de guerra de la total liquidación de Hamás no se podrá cumplir, como tampoco se ha cumplido el apoyo irrestricto que Joe Biden prometió a Israel el mismo 7 de octubre y los días siguientes. Así están las cosas.
La calma en el frente de Gaza es la antesala a una guerra con mucho más poder de fuego en el Líbano. La otrora “Suiza del Medio Oriente” alberga en su territorio a Hezbolá. El Partido de Dios tiene un objetivo claro que no oculta: destruir al Estado de Israel. Fundado en 1982 para combatir la presencia israelí en el Líbano, sigue funcionando y actuando en contra de objetivos civiles y militares, israelíes y judíos.
Actualmente se encuentra en franca violación de las disposiciones de la ONU respecto a desarmarse, luego de la retirada israelí del Líbano en el año 2000. En 2006 lanzó una sangrienta guerra contra Israel que significó el lanzamiento de cohetes a todo el norte israelí y el desalojo de la zona. Luego de este evento, Hezbolá se ha seguido abasteciendo de armamento. Hoy en día se estiman cien mil hombres en armas y más de 150.000 cohetes y misiles apostados en territorio libanés, prestos a ser usados, sin contar los vehículos voladores no tripulados que llevan carga explosiva o elementos de inteligencia.
Hezbolá no es otra cosa que el brazo de Irán que controla el Líbano, con todo lo que eso significa en cuanto a recursos y armamento
(Foto: AP)
Desde que se inició la guerra en Gaza, y aún antes, Hezbolá ha estado disparando cohetes sobre el norte de Israel. Todos los días, varias veces al día y por la noche. Decenas de miles de israelíes han abandonado sus hogares en el norte, sin fecha estimada de regreso. Quienes se quedaron viven en ascuas. Los reclamos al gobierno son intensos, y los intentos de pacificar la zona por vía diplomática no han surtido efecto.
La semana que recién terminó, el enviado americano para la zona, Amos Hochstein, regresó a casa con las manos vacías. Hezbolá sigue disparando sobre Israel, e Israel parece prepararse para una ofensiva mayor sobre el sur del Líbano. En un mundo globalizado, con gente inteligente y poderosa, con sentido claro del peligro que significan las guerras, no ha habido forma ni manera de disuadir a Hezbolá de su intento. Todos conocen quiénes financian a Hezbolá, cuáles son los objetivos de esta campaña, y hasta cómo presionar. Pero… nada.
Los israelíes están algo más que frustrados. La llamada “concepción” que se tenía antes del 7 de octubre de 2023 establecía que los enemigos de Israel estaban disuadidos. Nunca se atreverían a lanzar una ofensiva desde Gaza o desde el Líbano, porque serían arrasados por una reacción israelí. La equivocación fue mayúscula, porque nadie estaba disuadido, no se puede arrasar a nadie, y lo que Israel pudiera considerar un arrase se percibe como un sacrificio superior de las valientes víctimas que caen en la lucha, bien como combatientes o como víctimas colaterales. De allí que Hamás clame victoria con miles de muertos a cuestas y Gaza destruida. ¿Pasará lo mismo en el Líbano?
Al escribir estas líneas parece inminente que habrá una reacción israelí. Algo que todos esperan, apoyarán por unos pocos días y luego condenarán a Israel por los ataques; un libreto conocido. Teniendo la razón o sin tenerla, Israel es culpable de los daños colaterales
El ministro de la Defensa de Israel, Yoav Gallant, en los primeros días del conflicto fue interrogado acerca de la reacción israelí a los ataques de Hezbolá. ¿Cuándo habría una reacción contundente israelí sobre ese segundo frente de batalla? El circunspecto ministro atinó a decir que cuando Beirut fuera bombardeado se sabría que Hezbolá llegó al límite.
Al escribir estas líneas parece inminente que habrá una reacción israelí. Algo que todos esperan, apoyarán por unos pocos días y luego condenarán a Israel por los ataques; un libreto conocido. Teniendo la razón o sin tenerla, Israel es culpable de los daños colaterales. Francia y Estados Unidos no han podido hasta hoy lograr una salida negociada a no se sabe qué. ¿Qué motivo tiene Hezbolá para bombardear a Israel? Su ideología de querer destruir ese Estado.
El futuro cercano del Líbano no luce alentador. Las huestes de Hezbolá, más poderosas que el ejército libanés, no parecen tener en su agenda algo que no sea el enfrentamiento. Israel se ve sin alternativa alguna, solo defenderse y tratar de volver a una normalidad relativa. Esta crónica de una guerra anunciada no parece preocupar mucho a nadie, salvo a los israelíes y libaneses de buena fe, quienes no quieren guerras ni enfrentamientos.
Arde Beirut… y no se hace nada por evitarlo.