N uestros corazones todavía laten de agradecimiento, al sabernos perdonados luego de los grandiosos días de Rosh Hashaná y Yom Kipur. “Suicheamos” nuestro temor para pasar, aún en contexto de santidad, al estatus de alegría y disfrute. Disponemos de un block en blanco listo para rellenar con anécdotas de días felices y fotos de momentos mágicos, prometiendo fijarnos más en ellos para fijarlos en nuestra memoria. Empezamos a crear menús originales mientras se construye la sucá, una cabaña temporal, para habitar en ella siete días. Sentimos un Déjà vu de años anteriores, cuando disfrutamos justamente de aquella falta de confort por las gotas de lluvia en nuestros manjares y atuendos. Entretanto, buscamos la manera más bonita de decorar la cabaña, mientras los hombres escogen las cuatro especies más especiales, para además de hacer la mitzvá completa, cumplir el precepto de “lehader et hamitzva”, embellecerla.
Estas cuatro especies con las que se bendice en Sucot simbolizan los tipos de personas que conforman el pueblo judío. El aroma representa las buenas acciones, que influyen en el ambiente, mientras que el sabor representa el estudio de Torá que nutre al alma. El etrog (cidro) tiene aroma y sabor agradables; el lulav (palma de dátiles) tiene sabor, pero no tiene aroma; el adás (mirto) tiene aroma agradable pero no tiene sabor; la aravá (sauce) no tiene ni sabor ni aroma.
Unir las cuatro especies simboliza la unión y armonía del pueblo judío. Solo al estar los cuatro, se puede decir la bendición y cumplir con el precepto. Así como nosotros somos interdependientes y cada uno completa a los demás. En momentos en que las cosas no son tan fáciles, es aún más importante la unión, el respeto, la tolerancia. Decir “estoy presente para ti” es lo que caracteriza a nuestro pueblo y nos interconecta a través de una buena acción o un rezo con personas que están a unos metros o a unos miles de kilómetros, ya sea en peligro, sanando de su enfermedad, acercándose a su alma gemela o atrayendo su fertilidad.
Hemos de ocuparnos de nuestro compañero de manera altruista. Saber que no vivimos en un mundo paralelo, más bien vivimos en comunidad y ser útiles a nuestra sociedad. Aprovechar nuestras cualidades y mejorar nuestras debilidades. Vivir los roces del convivir para mejorarnos y dar al otro lo mejor que podamos dar. Entender los problemas como oportunidades de crecimiento.
Aquellos que tienen aroma y sabor son justamente los que tienen más responsabilidad de ungir a los demás con su ejemplo, de brindar su energía que en lugar de extinguirse, así como el fuego, al brindarla se esparce y se agranda, se oxigena, solo aporta y alimenta.
Cada una de las cuatro especies, a su vez, debe cumplir ciertas condiciones para estar aptas. Estas condiciones pueden compararse con los requerimientos de interrelación interna de cada grupo. A veces es más fácil amar, llevarnos bien, respetar o tolerar a alguien muy distinto a nosotros, ya que dentro de nuestro grupo, por lo seguido del trato, podríamos llegar a sentir competencia y dificultad para relacionarnos. Es desde ahí donde hemos de comenzar a trabajar nuestras cualidades, para luego relacionarnos de manera positiva con el exterior. Perfeccionar la especie que somos para poder unirnos con las otras de una manera óptima.
Disfrutemos esta fiesta de hashgajá pratit (supervisión personal). Seamos felices sin saber lo que vendrá, porque precisamente la fe no significa certidumbre, la fe es saber que aunque se muevan las cosas, Hashem está con nosotros y nos supervisa. Que la alegría de Sucot contribuya a un mejor juicio celestial para todos, a nivel personal y colectivo.