Poseemos solo dos bendiciones provenientes directamente de la Torá, exceptuando la bendición y abundancia de bienes materiales y espirituales provenientes del cumplimiento directo e indirecto de la Torá y sus mitzvot. Estas dos bendiciones –Berajot– son: Bircat HaMazon –comida de agradecimiento después de comer pan– y Bircat Cohanim –la bendición de los cohanim al pueblo–. La primera depende de nosotros, ya que la mesa representa el altar, el pan el sustento y la sal el pacto inminente perpetuo entre Am Israel y el Creador. Nos preparamos al lavarnos las manos y comemos pan, que es el mayor alimento mundial, y al transformar una mera acción animal de comer dándole el matiz espiritual correspondiente causamos la atracción hacia nosotros y nuestro entorno de bendiciones y abundancia hasta decir basta. La segunda bendición depende de la presencia de los cohanim y por supuesto, de que estemos presentes en la sinagoga en dicho momento. Cualquiera de nosotros está obligado como judío y persona agradecida a recitar Bircat HaMazon y atraer hacia nosotros todo lo mejor.
Sin embargo, ya dijimos que solo los cohanim pueden recitar y ser intermediarios en la bendición de Hashem con sus sacerdotes y, ¿por qué? Aharón desde siempre, antes de que lo enviaran junto a Moshé Rabenu para sacar al pueblo de Egipto, adoptó la tarea de ser el pacificador entre los israelitas en Egipto y se ganó a fuerza de mérito propio ese título. Era como el rabino principal y juez de paz entre los Hijos de Israel. Además, nunca busco liderazgo ni honores sino que, por el contrario, se alegró profundamente en su corazón de ser el asistente de su hermano Moshé, tres años menor que él. El Santo Bendito Es percibió esas cualidades tan especiales y exclusivas y por supuesto lo designó como el portavoz oficial de los Hijos de Israel ante las esferas celestiales. Solamente una persona alegre, con felicidad espiritual interna, que persigue el Shalom interno entre los componentes de su pueblo y que se contenta con los logros de su prójimo puede bendecir de corazón y llevar el pectoral que enlaza entre los cielos y Am Israel. En síntesis, la bendición está en nuestras manos y recae solo en la educación judía que demos a nuestros hijos y comunidad. Para ello, hay que alejarse de cualquier indicio de rencor, competencia absurda y apariencias superfluas. Debemos siempre tratar de ser judíos íntegros que nos alegremos del bien ajeno y acercarnos cada día más a las sinagogas y casas de estudio de la Torá para que nuestros hijos y nietos reciban el legado de la Bendición. No es automático ni se adquiere por ósmosis. Si no es ahora, ¿cuándo?
Baruj Hashem leolam amen ve amen!