Como era de esperarse desde el fatídico 7 de octubre de 2023, la situación en el Medio Oriente sigue en plena efervescencia. Israel persiste en una campaña militar destinada a deponer a Hamás del control y gobierno de Gaza, y lograr rescatar a 240 rehenes. Pero la meta tiene un altísimo precio en vidas humanas, dolor, desgaste y desinformación.
Es evidente que la acción de Hamás persiguió la atrocidad vista el 7 de octubre, con la masacre de más de un millar de personas y el mencionado secuestro, y también las circunstancias que se viven hoy en día: una reacción militar israelí que destruiría Gaza, una cifra de bajas civiles lamentable y dolorosa, la posibilidad de involucrar más activamente en el conflicto a otros actores, como Hezbolá. Y deslegitimar a Israel lo más que se pueda, mediante la inevitable producción de imágenes y situaciones de gran dramatismo, desgarradoras.
La gran proliferación de manifestaciones de solidaridad con Gaza, a través de marchas y mítines en varias capitales del mundo, llaman la atención. Por la sincronización entre las mismas, y por el hecho muy llamativo de que quienes se preocupan por la suerte de civiles inocentes no denuncian la situación de los rehenes israelíes ni llaman por su liberación. Es evidente que la estrategia general de deslegitimar a Israel consta de varios pasos, calculados y crueles, que no tienen el más mínimo cuidado por la vida de inocentes. Ni israelíes, ni gazatíes.
Cuando un país es atacado con cohetes sobre su geografía, invadido para matar ciudadanos y tomar rehenes, todos entienden que debe ejercer una legítima defensa que impida que la situación se repita y que logre rescatar sus rehenes. El mundo, los países amigos de Israel y aquellos no enemigos, le dieron a Israel el aval de lanzar una campaña militar, pero con una restricción de tiempo impresionante e imponiendo condiciones que la hacen difícil, si no es que imposible.
El mundo clama a Israel por un cese al fuego como si esta guerra se hubiera iniciado en el vacío, pero no hay presión y apenas se menciona a los más de 240 israelíes secuestrados por Hamás, incluyendo a estos niños y adolescentes
(Foto: Ynet)
Israel, para deponer a Hamás y evitar en lo posible más bajas civiles, efectúa una lucha contra una guerrilla urbana escondida en la red de túneles interconectados más avanzada de la historia de la humanidad. Unos milicianos que están dispuestos a morir matando. Toda Gaza está minada, y cada estructura es una trampa. Ir en persona, como lo hace Israel, es ir a un encuentro demasiado probable con la muerte. La alternativa es un mayor número de bajas civiles. Israel ha optado por lo primero, a costa del dolor de sus propias bajas y el nulo reconocimiento que ello le vale.
Es evidente para todos que los hospitales, escuelas, edificios y otras edificaciones sirven de refugio a la dirigencia de Hamás. Desde allí se dispara contra Israel, allí se esconden los llamados combatientes. Debajo del hospital de Shifa hay un cuartel general. Enfermos, pacientes y civiles alrededor de esa instalación constituyen un escudo humano que protege a quienes detentan aún el poder en Gaza. No se oyen muchas condenas vociferantes al respecto. Las condenas a Hamas son escuetas, otras veces inexistentes. Abundan también cínicas, sesgadas e incomprensibles justificaciones.
La situación humanitaria de Gaza es terrible. Es necesario un alto al fuego, el ingreso de suministros y resolver el asunto del combustible. Pero un alto al fuego se usaría por quienes controlan la situación para reagruparse, lanzar un mayor número de cohetes sobre Israel y enfrentar a las tropas que están en Gaza. ¿Resulta lógica esta petición? Israel solicita la liberación de los rehenes para cualquier alto al fuego. La presión se ejerce sobre Israel, no sobre Hamás. ¿Resulta lógica esta petición? Amigos y no tan amigos de Israel lo presionan para que otorgue un cese al fuego, pero no presionan a la contraparte para lograr la liberación de los rehenes.
Mientras que Israel llora sus muertos, sigue en guerra, trata de explicarse y es presionado por todos, no se oyen voces que exijan nada a la parte causante de esta desgracia. Los llamados están siendo dirigidos al destino equivocado, a la víctima y no al victimario
Todos los que le solicitan a Israel un alto al fuego tienen relaciones con países que pueden influenciar a Hamás, que pueden presionar. A decir verdad, a sabiendas de que la solución a esta guerra es la liberación de los rehenes y la partida de Hamás, no tocan este punto para nada. Quien abra un periódico hoy, sin conocer algo del pasado, puede llegar a creer que Israel se lanzó de la nada a invadir Gaza y deponer a Hamás. Un éxito indiscutible de la campaña de desinformación es haber logrado este efecto, que cuenta con la ayuda de cadenas de información de escasa objetividad y gran penetración.
Durante décadas, este conflicto se ha tratado de resolver primeramente por el apaciguamiento, entregando territorios y autonomías a cambio de paz, sin conseguirse. Haciéndose de la vista gorda ante las infracciones a acuerdos firmados. Mostrando una superioridad militar que persuadiría y disuadiría de cualquier acción sangrienta. Esto, lamentablemente y en contra de toda lógica, no ha funcionado. La prueba: lo que ocurrido el 7 de octubre y lo que se vive hoy por hoy.
Mientras que Israel llora sus muertos, sigue en guerra, trata de explicarse y es presionado por todos, no se oyen voces que exijan nada a la parte causante de esta desgracia. Los llamados están siendo dirigidos al destino equivocado, a la víctima y no al victimario, no al causante. Esto porque aún no se ha comprendido que apaciguar, persuadir y disuadir… no ha funcionado.