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Proyecto de Vida*
L a situación de crisis económica, política y social en la que se encuentra sumergido nuestro país, y la flexibilización paulatina a la que se ha sometido el mercado laboral, vienen generando en la población un gran estado de incertidumbre.
De igual manera, se han hecho cada vez más frecuentes los momentos difíciles y dolorosos para nuestra sociedad, comunidad, vida familiar y/o personal. Así, por ejemplo, hemos recibido con tristeza y horror noticias acerca de emigraciones, pérdida de vidas inocentes por la inseguridad y la delincuencia, falta de medicinas o alimentos, o la cada vez menor capacidad de compra y estabilidad laboral. Seguramente, tales noticias nos han generado una profunda preocupación, así como la sensación de que no podemos hacer nada.
Hemos sido expuestos, durante mucho tiempo, a una gran presión sicológica y emocional, por lo que es lógico que experimentemos cansancio, desasosiego, desánimo, estrés y hasta pavor. Sin embargo, no podemos dejarnos vencer por el pesimismo y la desesperanza.
Según Pedro Delgado, siquiatra y presidente de la Fundación Humana, la “desesperanza aprendida” es un estado de pérdida de motivación, de esperanza en alcanzar sueños o de que las cosas se puedan cambiar; es pensar que no es posible modificar la realidad, por tanto solo queda resignarse, aun estando descontentos.
Es una técnica que logra control social, desmoraliza y genera pasividad. Debilita o extingue la confianza, la esperanza, la alegría y la fe en que las cosas van a cambiar. Nos hace creer que no es posible lograr metas o remediar la situación. Nos lleva a la búsqueda de culpables y no de soluciones, así como al resentimiento. Conlleva inacción, conformismo, baja autoestima (“yo no puedo”), victimización, aislamiento e individualismo, y crítica destructiva. Se idealiza al otro, considerándolo más poderoso y, por lo tanto, no se puede contra él.
Muchos hemos pasado por momentos de desesperación en nuestras vidas, y pensamos que no podemos superarlos. En esas situaciones podemos sentirnos desmotivados, deprimidos o sin control, y queremos renunciar a todo; pero antes de que la situación se vuelva crónica debemos combatirla, afrontarla. En esos casos, la esperanza es lo que nos dará la fortaleza para seguir adelante, pensar en positivo, saber que las cosas van a mejorar y que la realidad actual va a cambiar.
Se ha demostrado que sí es posible superar ese estado de desesperanza, enfrentar positivamente las dificultades y obtener logros. ¿Cómo, cuáles son las estrategias que necesitamos aplicar para lograr el optimismo necesario y con ello superar ese estado?
Lo primero que debemos hacer es asumir y confrontar la realidad, no evadirla. Desmenuzar esa realidad en sus componentes, para ver en cuáles de ellos se puede actuar. Buscar cuál es el granito de arena que yo como individuo puedo aportar para ayudarme a mí mismo y ayudar a modificar esa realidad. Analizar con detalle y objetividad lo que está sucediendo a nuestro alrededor nos permitirá saber qué cosas podemos cambiar dentro de nuestra área de acción.
Como manifiesta la sicóloga Mary Carmen Rivas: “Enfoquémonos 100% en nuestro objetivo, con el 100% de nuestra energía, 100% de nuestro potencial y 100% de nuestro entusiasmo. Eso es excelencia. Lo demás vendrá como consecuencia”.
Si aceptamos que buena parte de lo que nos sucede no está en nuestras manos, así como que sobre algunas situaciones no tenemos ningún control, y nos enfocamos en aquellas cosas sobre las que sí tenemos la oportunidad de hacer algo y sobre aquellas que dependen de nosotros, como lo son nuestra actitud, respuesta, aporte y creatividad, nuestra energía será más positiva y haremos disminuir nuestra espiral de preocupación.
En cambio, si pretendemos mantener el control sobre todo aquello que nos sucede y nos centramos en aquellas cosas que no podemos controlar porque no dependen de nosotros, caeremos en la trampa de creer que podemos manejar al 100% el devenir de nuestras realidades personales o laborales, también malgastaremos nuestro tiempo y energías, y finalmente estaremos generando un estado emocional en sintonía con la preocupación improductiva, la ansiedad y el desasosiego.
Debemos saber que la trasformación colectiva comienza por una trasformación individual, donde cada uno de nosotros hace un esfuerzo para que la crisis nos afecte lo menos posible, comenzando por alejar los pensamientos negativos que nos paralizan y conectándonos con el presente, con el qué puedo y debo hacer yo, aquí y ahora; y no con la idea negativa y anticipada de un futuro poco alentador.
Una excelente manera de comenzar es poner en práctica las recomendaciones que ha ofrecido Mary Carmen Rivas:
1. No se aísle. Busque mantener contacto permanente con sus pares, con aquellos que piensan como usted, sueñan lo mismo que usted, disfrutan lo mismo que usted. Esto nos ayuda al desahogo, distensión emocional y a compartir ideas para salir de la crisis.
2. Dedique un poco de su tiempo al cuidado de su cuerpo y salud. Respete en la medida de sus posibilidades las horas de comida y sueño.
3. Evite el uso de lenguaje fatalista: palabras de desaliento, desesperanza, de odio, de guerra, de muerte... Estas infunden malestar, parálisis, desasosiego, angustia, desmotivación y toda suerte de emociones y sentimientos que nos restan fuerza y creatividad.
4. Combata la percepción parcial negativa que es ese hábito de enfocarse siempre en lo que falta, en lo malo. Haga el ejercicio consciente de buscar las cosas buenas que ocurren en su entorno, pero que la angustia le ha impedido ver porque usted está siempre atento a las amenazas.
5. Evite a los “desinfladores de sueños”, esa gente que tiene un problema para cada solución que usted propone.
6. Filtre la información que recibe; no se haga eco de rumores, ya que cuando lo hace usted deja de usar su sentido común y pierde el interés en la comprensión y la lógica de las cosas que vive, convirtiéndose en un peón del juego fatalista.
7. Evite sobreexponerse a escenarios angustiosos. Saque tiempo para momentos de ocio, de recreación, para la conexión con la espiritualidad, el romance, la sexualidad, la risa, el humor, el entretenimiento.
8. Haga un inventario de los talentos que usted tiene como sus recursos personales, y decida cuántos puede poner al servicio de una solución a los problemas colectivos.
9. Haga pequeños ayunos o retiros de refrescamiento emocional, apartándose de los problemas cotidianos para dedicarse a alguna actividad que le apasione.
10. Tema menos al futuro y ponga más coraje en el presente. Recuerde que el mundo no se acaba prácticamente ninguna de las veces en que uno dice “esto es lo último”.
*Departamento de Prevención Comunitaria del Vaad Hakehilot (proyectodevida.vaad@gmail.com)
Fuentes