Ana Jerozolimski*
Este jueves 14 de mayo por la noche asume el nuevo gobierno de Israel, encabezado por Benjamín Netanyahu, que deja de ser primer ministro de transición como lo fue en el último año y pasa a ocupar el cargo formalmente, con una mayoría de votos en la Knesset a su favor.
Como es sabido, uno de los planes de Netanyahu, que supuestamente podría implementar a partir del 1° de julio, es imponer la ley israelí en parte de Cisjordania, territorio en disputa con los palestinos, que exigen construir allí su Estado independiente. No está claro, si se concreta, en qué zonas ello ocurriría. Lo más probable es que se comience por el Valle del Jordán, clave para la seguridad de Israel ante su frontera oriental, y que después se amplíe a todos o la mayoría de los asentamientos israelíes en Judea y Samaria.
Claro está que no se impondría la soberanía israelí en las localidades palestinas sino solo donde viven judíos, lo cual no significa que el paso no sea problemático. Basta con recordar que el nuevo gobierno será el quinto encabezado por Netanyahu, que nunca, jamás, trató de anexar ni el Valle del Jordán ni otras zonas de Judea y Samaria. Por algo será. Nunca lo intentó siquiera. Usó el tema meses atrás como elemento de la propaganda electoral, pero no lo implementó nunca. ¿Por qué? Porque era consciente de lo problemático del tema a distintos niveles.
El Valle del Jordán tiene una importancia primordial para la seguridad de Israel, sobre todo por la poca confianza que genera la estabilidad del régimen jordano.
(Mapa: HonestReporting)
Personalmente consideramos que sería un error dar ese paso en Judea y Samaria, uno de los elementos contemplados en el plan presentado por Trump meses atrás, sin proclamar abierta y públicamente otro elemento central de dicho plan: la disposición israelí a reconocer un Estado palestino independiente, que debería negociarse en forma bilateral con los palestinos. No nos parece que se puede aceptar solo la parte del plan que a Israel le resulta más cómoda, y omitir la otra, que concede algo concreto a los palestinos.
Consideramos que, políticamente, sería un error dar ese paso en forma aislada. Esto no quita, sin embargo, la plena conciencia sobre la importancia del Valle del Jordán para la seguridad de Israel. La tiene desde que Israel conquistó ese territorio en 1967. Nada cambiaría al respecto en la defensa de Israel si se mantiene la situación actual.
No podemos dejar de señalar que toda esta discusión no existiría si los palestinos hubiesen aceptado en algún momento alguna de las propuestas presentadas por Israel a lo largo de los años para llegar a un acuerdo. Claro que precisamente ahora, al cumplirse 72 años de la fundación de Israel según el calendario gregoriano (fue el 14 de mayo de 1948), es clave tener presente que si los árabes, incluyendo los hoy llamados palestinos —o sea, los árabes residentes en la tierra de Israel— hubiesen aceptado el plan de Partición que dio nacimiento al Estado de Israel, hoy ellos estarían celebrando el mismo cumpleaños.
Pero siempre optaron por el todo o nada.
Es indudable que Israel se ha movido a la derecha, y que en los últimos años, el gobierno no quería ni oír hablar de un Estado palestino al lado de Israel. Pero esta no fue siempre la situación. El propio Netanyahu había hablado años atrás a favor de la solución de “dos Estados para dos pueblos”. Siempre hubo en Israel quienes se le opusieron, indudablemente. Pero la verdad, siempre hubo muchos más palestinos opuestos a todo acuerdo con Israel que reconozca sus derechos en su tierra ancestral. No unos locos sueltos que no representan a nadie, sino voces oficiales en la Autoridad Palestina que dicen, abierta y explícitamente, en árabe ante su pueblo, que Israel no tiene derecho a existir, que su vínculo histórico con la tierra en la que fue creado es una mentira, y que los judíos robaron una tierra que no les pertenece. Lamentablemente, ese es el discurso. No en inglés ante las cámaras occidentales, pero sí en árabe ante los propios palestinos.
El conflicto no comenzó con Netanyahu, ni con Netanyahu y Gantz que acaban de asumir, y por cierto no con el Valle del Jordán como primera meta, al parecer, del plan de anexión. Este plan es resultado de una larga historia de rechazos del lado palestino, que de no haber existido (los rechazos), tendrían ya hace tiempo su propio Estado independiente.
Sí, claro… ya lo sabemos… estamos volviendo a temas viejos, a argumentos sobre un pasado que ya no volverá. Ahora hay que mirar hacia adelante, dirán algunos. La verdad, es mucho más fácil no hacer cuentas y solo confiar en un futuro mejor.
Pero en una semana en la que un joven soldado israelí es asesinado cuando le tiran una roca desde un techo directo a la cabeza, mientras participaba en un operativo en una aldea cerca de Yenín, es difícil confiar en un futuro mejor. Y soy de las que no quisiera ver a Tzáhal en Yenín. Pero los soldados entran cuando hay información sobre gente preparando atentados, para detenerlos y frustrar los ataques a tiempo. Estaban buscando terroristas. Y uno de ellos mató a Amit Ben-Igal (Z’L). Era hijo único y en dos meses iba a terminar su servicio militar. Desgarrador.
Las voces oficiales de la Autoridad Palestina dicen, abierta y explícitamente, que Israel no tiene derecho a existir, que su vínculo histórico con la tierra en la que fue creado es una mentira, y que los judíos robaron una tierra que no les pertenece. Lamentablemente, ese es el discurso. No en inglés ante las cámaras occidentales, pero sí en árabe ante los propios palestinos
Y también cuesta mirar optimistas al futuro, cuando leemos lo que dijo la madre de Qassam Barghouti, uno de los terroristas responsables del asesinato de la jovencita israelí Rina Shnerb, de 17 años, muerta por la detonación de una carga explosiva a su paso cuando estaba junto con su padre Eitan y su hermano en camino a Maayan Dani, un manantial aledaño al asentamiento de Dolev. Fue el 23 de agosto del año pasado. “Yo le digo a mi hijo Qassam y a todos ellos, los prisioneros, que estamos orgullosas de ustedes. Si queremos hablar de nuestros logros como madres, pues el logro más importante de nuestras vidas es haber dado a luz a héroes como éstos”, dijo la madre, según la cuenta de Twitter de la cadena noticiosa Quds, el lunes 11 de mayo.
¿Héroes? ¿Qué héroes? ¿Terroristas que matan a civiles son héroes?
¿Pero qué nos sorprende? Si ese es siempre el discurso. Plazas a nombres de terroristas suicidas, torneos deportivos y escuelas a nombre de terroristas que asesinaron civiles inocentes.
No renunciamos a la esperanza de ver en algún momento un Estado palestino independiente y soberano viviendo en paz y seguridad junto a Israel. Pero para que ello ocurra, el primer impedimento es la incitación al odio que envenena almas y mentes, la apología del martirologio y la inculcación de la noción de que los judíos son extranjeros ajenos a la región, aunque en la Tierra de Israel había un reino judío cuando el Islam aún no había nacido siquiera y no había ni un árabe en lo que es hoy Israel.
A nuestro criterio, en esto radica el problema central. Los planes de anexión no nos gustan. Pero vemos el contexto más amplio. Y consideramos que la incitación al odio y la tesitura palestina durante décadas son mucho peores.
*Periodista, directora de Semanario Hebreo (Montevideo)
y Semanario Hebreo Jai
Fuente: Semanario Hebreo Jai. Versión NMI.