La decisión del gabinete de seguridad de aceptar el acuerdo de alto el fuego con Hamás está erosionando lo que queda de la disuasión israelí. Si el experimento del primer ministro Netanyahu falla, los israelíes que viven cerca de la frontera de Gaza pagarán el precio más alto
La aceptación israelí del alto el fuego en el momento en que Hamás lo ofreció está erosionando lo que queda de la disuasión israelí, y abriendo la puerta a nuevas y más graves rondas de lucha en un futuro no muy lejano.
Es muy posible que Hamás y la Yijad Islámica hagan nuestro trabajo por nosotros violando el alto el fuego, liberando a Israel de su compromiso con la tregua y permitiendo que las FDI golpeen los activos militares de Hamás hasta que se llegue a un verdadero logro, a diferencia de lo que se ha alcanzado hasta ahora, lo cual no es suficiente para generar disuasión.
Pero no podemos y no debemos contar con los palestinos para que siempre nos salven de nuestros propios errores. El gabinete de seguridad tomó la decisión equivocada al aceptar el acuerdo de alto el fuego luego de que Hamás lanzara un misil antitanque contra un autobús lleno de soldados, poco antes de que las facciones terroristas palestinas en la franja, encabezadas por Hamás, lanzaran más de 460 cohetes y proyectiles de mortero hacia comunidades israelíes cercanas a la frontera de Gaza.
Además, tanto los esfuerzos de la tregua como el ataque sorpresa con cohetes lanzado contra Israel el lunes fueron obra de Hamás. Israel apenas respondió, sirviendo como peón de una organización que libra una guerra de desgaste contra los residentes de su región sur.
Si la apuesta del gabinete de seguridad y del primer ministro Benjamín Netanyahu tiene éxito, la calma prevalecerá durante al menos varios meses en la frontera de Gaza, y podríamos pasar de la calma a un acuerdo, del cual los principales beneficiarios serían los residentes de Ashkelon, Sderot y el kibutz Zikim. Pero si la apuesta falla, los residentes de las comunidades fronterizas de Gaza serán quienes que paguen el precio más alto.
Uno debe ser escéptico acerca de las posibilidades de que el actual acuerdo de alto el fuego conduzca a una tranquilidad a largo plazo. Este escepticismo se debe a dos razones: principalmente, la arrogancia demostrada por Hamás y la Yijad Islámica, quienes han estado declarando repetidamente en las últimas 24 horas que le «enseñaron una lección a Israel». Además, si los bombardeos de Tzáhal hieren a Hamas, saben cómo justificarlo, y resulta dudoso que estén sufriendo mucho por el daño que infligimos a sus activos militares. Es un precio razonable a pagar por el golpe sicológico que le hicieron a Israel. Desde el enredo de la fuerza especial de las FDI en Gaza del domingo, que desató un intenso lanzamiento de cohetes y misiles desde Gaza, Israel ha tomado sus represalias con gran moderación.
La segunda razón que hace dudoso el éxito del alto el fuego es el hecho de que Hamás aún no ha renunciado a los disturbios del «Marcha de Retorno», que probablemente se reanudarán el viernes. Estos disturbios generarán enfrentamientos locales, incluida la muerte de palestinos, ante los que Hamás y la Yijad Islámica no podrán hacer de la vista gorda, lo que significa que se esperan rondas adicionales de lucha.
¿Por qué se alcanzó un alto el fuego después de todo?
Que yo sepa, Netanyahu no proporcionó ninguna explicación nueva para su deseo de mantener la moderación. Habló sobre la necesidad de enfrentar la amenaza iraní en el norte, la necesidad de evitar ofender a Egipto —con el cual compartimos muchos intereses—, y agregó que el establecimiento de defensa busca prevenir una catástrofe humanitaria en Gaza. Aparte de eso, no se presentó ninguna otra explicación.
Parece que una fijación cognitiva fue la razón por la que Netanyahu presionó al gabinete de seguridad para que aceptara el acuerdo de alto el fuego.
Mostrar moderación significaba algo, siempre y cuando Hamás no cruzara la línea al provocar a Israel, y mientras se mantuviera la disuasión israelí frente a las organizaciones terroristas de Gaza. Los eventos de esta semana han creado un punto de inflexión estratégico para Hamás, haciendo que hayan ido demasiado lejos. El liderazgo israelí no se dio cuenta de ese punto de inflexión, y posiblemente fue influenciado por consideraciones políticas, por lo que los residentes de las comunidades fronterizas de Gaza pagarán el precio más alto.
Cualquiera sea el precio político que Bibi pague por el alto el fuego, juzgó correctamente que la paz con Hamás permitirá a Israel enfrentar amenazas mayores
La renuncia del ministro de Defensa, Avigdor Lieberman, marca la apertura no oficial de la temporada electoral en Israel. Aunque el primer ministro Benjamín Netanyahu tiene un año completo antes de que se celebren las elecciones, la partida de los cinco parlamentarios del partido Lieberman Israel Beitenu deja a la coalición de gobierno con la mayoría más pequeña posible: 61 escaños de los 120 de la Knesset, y vulnerable a más deserciones .
Lieberman, al calificar el alto el fuego de Netanyahu con Hamás como «rendición al terror», exige elecciones anticipadas, y otras figuras de la oposición pueden seguirlo. Se dice que Netanyahu estaba contemplando una votación anticipada; ahora puede verse forzado a hacerla. Encuestas recientes sugieren que el primer ministro está en una posición fuerte, pero la campaña podría ponerse fea.
El estallido político en Jerusalén amenaza con ahogar la decisión, poco característica de Netanyahu, de llegar a un acuerdo con Hamás, durante mucho tiempo su “bestia negra”. El primer ministro calculó, correctamente, que esto dejaría libre a Israel para hacer frente a la amenaza más siniestra en el norte, la troika de Hezbolá, Siria e Irán. La decisión también sugiere que finalmente ha reconocido que el control de Hamás sobre Gaza es una realidad política que no puede ser deshecha ni bombardeada. Esto abre el camino hacia una mayor cooperación, negociada por terceros.
Netanyahu pareció insinuar este enfoque pragmático antes del último estallido de violencia, cuando dijo en una conferencia de prensa en París que no quería otra guerra en Gaza. Mientras hablaba, un comando israelí había entrado en Gaza en una misión secreta. Técnicamente, el primer ministro tiene que aprobar tales operaciones, pero las incursiones son comunes y el permiso es pro forma. La mayoría tiene éxito; este no lo tuvo.
La fuerza de siete comandos fue descubierta por un puesto de control de Hamás. En un intercambio de disparos, el comandante israelí, un teniente coronel conocido por el público solo por su primera inicial «M», fue muerto. Otro miembro del grupo resultó gravemente herido. El resto escapó, después de matar a un oficial de Hamás y seis de sus hombres.
Al día siguiente, Hamás disparó un misil antitanque contra un autobús del lado israelí de la frontera. En las siguientes 24 horas lanzó más de 450 misiles y cohetes contra ciudades y pueblos israelíes, obligando a cientos de miles de personas a refugiarse. Netanyahu interrumpió su visita y regresó a casa.
En enfrentamientos anteriores, Netanyahu ha ordenado a las Fuerzas de Defensa de Israel que cierren Gaza y la sometan. Esta vez, su respuesta fue más moderada: la fuerza aérea bombardeó el estudio de televisión de Hamás, un par de instalaciones evacuadas y algunos edificios vacíos de gran altura. No se desplegaron fuerzas terrestres israelíes, y el conteo de muertes en Gaza fue de siete.
Los ataques de Hamás fueron menos letales. El sistema de defensa antimisiles Cúpula de Hierro derribó alrededor de 100 cohetes de Hamás; la mayoría de los otros cayeron en campo abierto. Solo un par de docenas en realidad hicieron impacto en edificios. Un civil, un palestino de Cisjordania que vivía en Israel, resultó muerto. Durante los combates Israel mantuvo abierta los accesos a Gaza, permitiendo el ingreso de combustible y suministros.
El martes, Netanyahu convocó a su gabinete de guerra durante casi siete horas, y lo convenció de que aceptara su decisión de aceptar un alto el fuego. Hamás declaró la victoria, lo que dejó a Netanyahu lidiando con las consecuencias políticas. Los miembros de derecha del gabinete, incluido Lieberman, dejaron saber que querían que Israel siguiera luchando. Tzipi Livni, la líder de centro-izquierda de la oposición parlamentaria, acusó al primer ministro de sacrificar la disuasión de Israel. Yair Lapid, un rival centrista, se burló de la debilidad de Netanyahu.
Netanyahu debe ahora persuadir a los israelíes de que no ha suavizado su posición ante Hamás. Su argumento será que simplemente está siendo realista. El control de Hamás sobre Gaza es un hecho; derrotarlo con una invasión sería costoso y, en última instancia, contraproducente, ya que dejaría a Israel controlando una población árabe aún más hostil. Otros han estado ofreciendo este argumento durante años, pero Netanyahu nunca lo hizo explícitamente hasta su conferencia de prensa en París.
También argumentará que Cúpula de Hierro y un enorme muro fronterizo programado para completarse el próximo año, hacen que Hamás no sea más que una molestia en comparación con la poderosa amenaza de Hezbolá. Israel estima que Hamás tiene entre 10.000 y 20.000 misiles; Hezbolá tiene 10 veces más, y a Siria e Irán como aliados. Allí es donde Netanyahu quiere concentrar el poder militar y la disuasión israelí.
A pesar de haber perdido a Lieberman, es probable que Netanyahu mantenga sus esfuerzos para llegar a un acuerdo con Hamás: un alto el fuego de duración indeterminada a cambio de aliviar el bloqueo de Gaza. Este acuerdo tendrá que ser negociado, posiblemente por Egipto o las Naciones Unidas, y suscrito por Catar, al que recientemente Israel permitió financiar al gobierno de Gaza. El tiempo que pueda durar dependerá de la capacidad de Hamás para controlar sus impulsos violentos, y de la voluntad de Israel para promover una prosperidad relativa en Gaza. Eso significa fomentar la inversión extranjera, permitir las importaciones y aliviar las restricciones a los viajes.
Lo más difícil es que ambas partes tendrán que preparar a su público para darse cuenta de que tanto el islamista Hamás como el sionista Israel están aquí para quedarse. Puede que ese no sea un mensaje fácil para que Netanyahu emprenda una campaña electoral, pero es la correcta.