Esta semana voy a exponer mi visión en cuanto a un principio que me parece transcendente, como es la posibilidad real y efectiva de la alternabilidad en el ejercicio del poder, principio que no aplica para los regímenes monárquicos, absolutistas, dictaduras o teocracias.
De antemano considero que es una deficiencia, en una democracia, que el que la lidere bien sea como presidente en los sistemas presidencialistas o primer ministro en los sistemas parlamentarios (en este último caso usualmente hay un monarca, como el caso de España, o un presidente ceremonial como el caso de Israel), permanezca por largos períodos en el poder.
Para mayores luces sobre este tema, podemos hacer nuestras las ilustres frases de dos grandes pensadores de la humanidad, como lo fueron George Bernard Shaw, poeta, dramaturgo y escritor irlandés que nació en 1856 y murió en 1950 (casi un siglo de existencia), que dejó testimonio de su gran agudeza intelectual; una de sus frases icónica fue: “Los políticos son como los pañales, deben ser cambiados con frecuencia y por la misma razón”, o como nuestro padre Libertador Simón Bolívar, cuando expresó en quizá el momento más épico de su visión, el Discurso de Angostura: “La continuación de la autoridad en un mismo individuo, frecuentemente ha sido el término de los gobiernos democráticos. Las repetidas elecciones son esenciales en los sistemas populares, porque nada es tan peligroso como dejar permanecer largo tiempo en un mismo ciudadano el poder”.
La pregunta que nos podemos hacer es ¿qué pasa cuando un presidente o primer ministro goza de gran popularidad, y a pesar de que la legislación específica de su país no le permite presentarse para un nuevo período, pero lo hace, previa activación de mecanismos legislativos o refrendarios que le favorecen en esa posibilidad?
Tal ha sido el caso de El Salvador, donde Nayib Bukele y su partido lograron alcanzar la mayoría calificada en la Asamblea Nacional que le ha permitido aprobar leyes solo con su bancada, y nombrar a los jueces de la Sala Constitucional, que a la postre habilitaron con sus fallos la reelección presidencial.
También vemos el anuncio reciente del presidente de los Estados Unidos de Norteamérica, Donald Trump, quien a pesar de tener escasos dos meses y medio en el poder ya expresó su intención de presentarse para un tercer periodo, a pesar de que la legislación de su país no se lo permite, pues la misma limita los mandatos a un máximo de dos períodos. En su alocución comentó: “Hay métodos con los que podrá hacerse, mucha gente quiere que se haga”.
En mi óptica como ciudadano, pienso que independientemente de la popularidad de un personaje político, por el principio de la alternabilidad en el ejercicio de los cargos públicos de cualquier naturaleza y jerarquía, estos deben estar limitados a un cierto y determinado período de tiempo
Otro caso de análisis es el de Israel, cuyo primer ministro Benjamín Netanyahu, de 75 años de edad, ha tenido hasta cinco periodos de gestión, ocupando el cargo por primera vez de 1996 a 1999 y posteriormente desde el 31 de marzo de 2009 hasta el 13 de junio de 2021, cuando entró un gobierno de coalición encabezado por Naftali Bennett y Yair Lapid; pero el 29 de diciembre de 2022 Netanyahu retoma el poder hasta nuestros días, por la victoria electoral obtenida el 1º de noviembre de ese año.
En América Latina también tenemos ejemplos de presidentes en el ejercicio actual del mandato, como es el caso de Luis Inácio “Lula” Da Silva, quien lleva tres períodos como presidente del Brasil, los dos primeros entre 2003 y 2011 y este que está corriendo, cuando se impuso en el balotaje del 30 de octubre de 2022; o el caso de Venezuela, donde el presidente Nicolás Maduro está ejerciendo también su tercer mandato desde el año 2013 hasta el 2031.
En mi óptica como ciudadano, pienso que independientemente de la popularidad de un personaje político, por el principio de la alternabilidad en el ejercicio de los cargos públicos de cualquier naturaleza y jerarquía, estos deben estar limitados a un cierto y determinado período de tiempo.
Estamos iniciando un nuevo trimestre, y desde esta tribuna los saludo a todos con afecto, pidiéndole siempre al Creador que acompañe y favorezca a todos los habitantes de esta hermosa y bienaventurada tierra, Venezuela, y que ilumine a sus líderes para la toma de las grandes decisiones en beneficio de todos y cada uno de nosotros, sin importar sus creencias políticas o religiosas.
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