F ui una de las alumnas pioneras del Colegio Moral y Luces “Herzl-Bialik”, y por eso quiero recordar ciertos hechos de aquella época.
En el año 1946 fue la fundación del colegio, el director por aquel entonces fue el profesor Juan Gols Soler, quien lamentablemente murió poco tiempo después siendo reemplazado por David A. Gross.
El colegio funcionaba en una casona ubicada en La Florida, ofreciendo clases desde tercer grado de primaria y hasta tercer año de bachillerato, debido a que por falta de presupuesto no estaban habilitados el cuarto y quinto años. Sin embargo, uno o dos años después lo lograron hacer.
Mi salida del colegio en el tercer año de bachillerato fue muy traumática, porque al entrar en un liceo público, en mi caso el Andrés Bello, aún éramos unos adolescentes envueltos en un “cascarón”, y de repente nos encontramos con nuevos compañeros de estudios, muchos de los cuales ya eran padres de familia.
La instalación del Colegio Moral y Luces “Herzl-Bialik”, que luego pasó a una casa de San Bernardino (que actualmente fue o es una agencia de festejos), antecede a la creación de la Unión Israelita de Caracas (UIC). Este mérito corresponde a los judíos asquenazíes, que con gran visión lucharon por crear un colegio antes que cualquier otra cosa.
Cito lo que dijo Marianne Kohn en un artículo escrito hace muchos años: “Nuestros padres tenían la obligación de trabajar, y nosotros la obligación de estudiar”. Existía un énfasis no solamente en ser judíos, sino en comportarnos como tales. Muchos de ellos, entre ellos mi padre Moisés Brunstein (Z’L), restringían su trabajo personal para dar paso a una dedicación comunitaria, venciendo el agotamiento de muchas horas de reuniones nocturnas que se extendían hasta la madrugada.
El deseo de preservar el Judaísmo hizo que naciera la sede propia del colegio en San Bernardino, cuya primera piedra se colocó el 12 de noviembre de 1950. Fue un acto memorable en aquel terreno, en el cual tuve el privilegio de acompañar a Golda Meir durante la ceremonia. Años más tarde fue la inauguración, con 630 estudiantes, 22 aulas de clase y 7 autobuses de trasporte. El colegio que había nacido en el año 1946 con un poco más de 40 alumnos ─no sé exactamente con cuántos cuenta en la actualidad─ fue creado con el lema de que ningún niño judío debía quedar ausente del sistema educativo comunitario.
Me siento orgullosa de asistir siempre a los actos del colegio, porque este fue y seguirá siendo por siempre nuestro colegio. Allí estudiaron mis hermanos menores, mis hijos, e incluso actualmente mis nietos.
Solo gracias a la labor de aquellos pioneros fundadores del colegio y solamente a ellos, sin menospreciar el trabajo de los actuales, tenemos un colegio hebreo, y me honro en presentar públicamente este escrito como un homenaje a los miembros de la Junta Directiva de la UIC de los años 1952-1953. Honor a quien honor merece:
Samuel Meiler (Z’L), Jaime Ziguelboim (Z’L), Julio Herzfeld (Z’L), Knoll Seterf (Z’L), Teodoro Fuhrman (Z’L), James Jamson (Z’L), Jaime Shamis (Z’L), Tavel Rosenthal (Z’L), Isidoro Nash (Z’L), Zeev Darer (Z’L), Herman Fischbein (Z’L), Marcos Milgram (Z’L), Mello Knoll, Kalman Lubowski (Z’L), Max Cohen (Z’L), José Cznkerberg (Z’L), Boris Broitman (Z’L), Moisés Brunstein (Z’L), H.D. Wolkowicz (Z’L), Benjamin Stolear (Z’L), Israel Goihman (Z’L), Herbert Zander (Z’L), Walter Bloch (Z’L), Miguel Rottenberg (Z’L).
A todos ellos nuestro reconocimiento y agradecimiento.