1931-2016
N aciste en Viena, un 22 de febrero de 1931, lugar que al poco tiempo se convertiría en un calvario, puesto que nacer judío en esa geografía marcaba tu destino y te convertía en blanco de la cacería de brujas del régimen nazi. “Me tocó nacer en la mejor ciudad del mundo en el peor momento”, decías. Pero a pesar de que tu niñez estuvo marcada por los horrores y atrocidades de un régimen perverso y la vida te jugó esa mala pasada, supiste salir adelante.
Sobreviviste el Holocausto alemán, supiste convertir toda esa experiencia en enseñanza sin perder nunca la capacidad de amar, supiste cultivar tus virtudes beneficiando siempre a tu familia de esas enseñanzas, porque para ti primero siempre estuvo la familia.
Alcanzaste una madurez espiritual única, me enseñaste a hablar, a caminar, a comer, a trabajar, a distinguir lo bueno de lo malo, pero por sobre todas las cosas, nos inculcaste principios y valores de ética y moral, guiándonos por el buen camino. Me enseñaste a enfrentar los problemas de la vida y a levantarme cada vez que me caía, de ti aprendí que lo importante no es cuántas veces caes −caerse es humano, decías − sino volverte a levantar.
De ti aprendí que la gente más exitosa en la vida no es necesariamente la que más riqueza posee si no la que sabe afrontar los problemas del día a día, aquella que obra bien. Tu apoyo incondicional siempre estuvo presente para mí, para nosotros y para tu familia.
Me enseñaste que amor era lo que tu sentías por tu esposa y por tus hijos. Qué más se puede pedir de un padre que lo dio todo por su familia, que la protegió, la mantuvo siempre unida y la guió por el buen camino.
Un hombre con una mente pura y bondadosa, cuya única adicción en la vida fue amarnos. Mi maestro, mi mentor, un hombre sabio y espiritual conectado con Dios y el cielo, sin interferencia de ningún tipo, y que horas antes de dejarnos pronunció sus propios salmos y sus propias plegarias.
Mi vida está acompañada de una fuerte carga de paz, amor y espiritualidad, porque ese fue tu legado, el cual pretendo también dejar a mi familia. Sé que estás en el cielo, porque para ti tu partida significa elevarte espiritualmente, y que tu única preocupación era dejarnos, dejar a nuestra madre con la que conviviste 62 lindos años.
Siempre estarás en mi corazón. Descansa en paz.
Fredy Wittels