El pasado 15 de enero se celebró en Venezuela el Día del Maestro, fecha que desde 1932 se designó como tal, cuando un grupo de profesores constituyó la Sociedad Venezolana de Maestros con la finalidad de ser la cara visible de este gremio, en defensa de sus intereses laborales, condiciones de vida y consecución de una metodología educativa de avanzada para cada época, como escuelas, equipos e instrumentos de calidad para que los alumnos salgan lo mejor preparados posible, con el objeto de seguir su desarrollo en niveles superiores de educación o para ganarse la vida con lo aprendido en las aulas de clase.
Siendo una profesión tan importante en la formación de nuestros niños, niñas y adolescentes, vemos con tristeza cómo en diferentes períodos históricos no ha sido valorada como se merece, teniendo parte del profesorado que trabajar en otras actividades que le den mayor sustento económico, o emigrar buscando otras alternativas de vida.
Estoy convencido de que se debe dar un apoyo sustancial al maestro(a), tanto en su formación académica como en su salario y beneficios contractuales, que los provean y satisfaga su modus vivendi, pudiendo atender a sus tareas escolares y compromisos académicos sin mayor apremio que los que se produzcan por las circunstancias normales de su trabajo.
Se necesita que la generación de relevo en nuestra Venezuela esté formada en valores patrios como en conocimiento académico, pero de acuerdo a las necesidades de un mundo globalizado y cambiante, donde se enseñe a indagar, a investigar, a pensar, se cree el hábito de la lectura y la búsqueda de soluciones a los problemas planteados, alejado de la inmediatez de las redes sociales.
Los expertos aseguran que los primeros seis años de vida son indispensables para el crecimiento intelectual del niño, porque es cuando se desarrollan las habilidades sicomotoras, cognitivas, lingüísticas, emocionales y sociales. Los niños a esas edades son unas “esponjas”, y pueden aprender de forma muy natural lo que se les presente.
Los profesores deben tener la capacidad de no solo enseñar sino motivar a sus alumnos, para que de acuerdo a sus aptitudes sean capaces de desarrollar las mismas, tomando en cuenta que según las investigaciones en el área de la neurociencia, nuestro cerebro es plástico, maleable, abierto al aprendizaje, constituyendo una puerta abierta a la esperanza por el conocimiento y el rendimiento académico.
En la comunidad judía de Venezuela tenemos el honor y orgullo de celebrar próximamente el cumpleaños número 100 de una maestra muy especial, sobreviviente de la Shoá y quien desde que arribó a Venezuela en noviembre de 1947 se dedicó a la enseñanza prácticamente desde su arribo, en el Colegio Moral y Luces Herzl-Bialik desde 1948 hasta el período 1982-83. Se trata de la morá Nusia Wacher, madre de Rebeca, quién adquirió de su madre el tesón y la perseverancia, tan o más importantes incluso que la inteligencia.La morá Nusia Wacher es la portada de nuestro artículo de esta semana, con cariño a una persona que dedicó su vida a enseñar a otras. Qué mejor manera de vivir tu vida y ser feliz con lo que haces.