La segunda parashá que se leerá esta semana, Kedoshim, se ocupa en particular de aquellas mitzvot relacionadas con el concepto de santidad y el temor a Dios.
Parte esencial de lo mencionado se encuentra la relación que debemos conservar con nuestro prójimo: no seáis indiferente ante la sangre (que se derrama) de tu compañero, no mienta cada uno sobre la gente de su pueblo, no hostigues a tu prójimo, no robes, no retrases el pago de tu empleado pagándole al día siguiente…
Pero una de ellas destaca sobre las demás: “No odies a tu hermano en tu corazón, ciertamente demostrarás las faltas de la gente de tu pueblo, y no soportarás el peso de sus pecados” (19, 17).
De este pasaje se demuestra que parte del amor que debemos prodigar a nuestros hermanos es el de llamarles la atención, velar porque no cometan infracciones en el ámbito de la Torá. Naturalmente no se habla de enfrentarlos ni de comenzar una pelea, sino de usar métodos que lo acerquen cada vez más al óptimo cumplimiento de nuestras mitzvot.
Rabí Shimshon Hirsch, ZT”L, dice lo siguiente: “Nuestra Torá eligió el término “hermano” en esta oportunidad con la intención de recordarle a cada persona que si alguien de Israel le hizo algún daño, de manera que para él ya no sería propio llamarlo “amigo” o “compañero”, aún así no dejará de ser jamás su hermano. Este título es imposible de perder. En cualquier situación y bajo cualquier circunstancia tu hermano es, por lo tanto no lo deberás odiar”.
Solemos decir “La familia no se elige” y es absolutamente correcto. Pero más allá del sentido simple, y a veces no tan agradable, la idea detrás de esta frase nos dice que parte de nosotros mismos se encuentra en la sangre de nuestros familiares, estamos ligados a nuestro hermano aunque no queramos. Y muchas veces, al tener ciertos roces con él, nos molestamos y reaccionamos de forma más enérgica que cuando el involucrado es alguien extraño. Y es porque hay un cariño intrínseco, un amor tácito entre los miembros de la familia; por ese motivo sus agresiones nos duelen mucho más.
La Torá nos dice: todos ustedes, hijos de Israel, son una gran familia, una hermandad solida y eterna; no lo olviden, mantengan vivo ese cariño, pues por más que nos encontremos en discusión con nuestros hermanos, si les llegare a pasar algo inmediatamente correríamos a atenderlo, a velar por sus intereses. Así mismo debe ser la relación con cualquier miembro de Israel.
Sin duda, si queremos darle un poco de Najat Rual (“satisfacción”) al Amo del mundo debemos conservarnos unidos pero, sobre todo, jamás, nunca jamás, odiarnos los unos a los otros.
Shabat Shalom
Yair Ben Yehuda