El vil asesinato de seis rehenes israelíes nos dice quién es Hamás; el heroico rescate del cautivo beduino Farhan al-Qadi nos dice quién es Israel
Qanta A. Ahmed*
Israel: desde hace casi un año estoy contigo en la agonizante montaña rusa de desesperación y esperanza, esperanza y desesperación. Siento el crescendo de nuestra alegría más breve, y llevo en mis entrañas las profundidades de nuestra angustia.
La semana pasada, 326 días después de que Hamás invadiera Israel, saqueara, violara y asesinara a 1189 personas –familias enteras, comunidades e incluso generaciones futuras no nacidas en un acto de “kinocidio” (la destrucción de familias enteras como arma, que algunos consideran un nuevo crimen contra la humanidad) y secuestrara a más de 250 rehenes, Israel nos ofreció un momento de alegría notable. El rehén musulmán israelí beduino Farhan al-Qadi fue rescatado, por una unidad de élite de 18 miembros de las fuerzas especiales de las FDI, de la miseria y barbarie del cautiverio de Hamás; había estado casi 10 meses dentro de las mazmorras subterráneas de Hamás, algunas a más de 70 metros bajo tierra. En una operación muy bien dirigida, con los ojos protegidos de la luz del sol que al-Qadi probablemente no había visto en meses, las FDI trajeron al beduino de regreso a su atónita familia y a una eufórica nación.
Días después, Israel se sumerge una vez más en un vórtice de dolor. El latigazo de la desesperación a la alegría y el dolor es intolerable. Las alegres celebraciones de aquella noche en la ciudad beduina de Rahat en el Néguev ya son un recuerdo que se desvanece, mientras Israel se une en torno a la enormidad del dolor y la rabia.
Parientes y amigos asisten al funeral de Alexander Lobanov, uno de los seis rehenes asesinados por sus captores de Hamás en la Franja de Gaza
(Foto: AFP)
Cuando Farhi se dirigió al primer ministro como «Abu Yair», estas sencillas palabras de un beduino reavivaron la esperanza de coexistencia entre dos pueblos. Días después, Hamas aplastó brutalmente incluso esa exigua alegría al ejecutar, posiblemente al alcance del oído de las FDI, a seis rehenes secuestrados el 7 de octubre, uno de ellos estadounidense, todos con disparos a quemarropa.
La crueldad es insoportable. La crueldad es más de lo que una nación, más de lo que dos pueblos, más de lo que la humanidad toda puede soportar.
Los seis rehenes israelíes fueron asesinados en algún momento del jueves por la noche o el viernes por la mañana, dos o tres días después del rescate de Farhi, y posiblemente horas después de que el gabinete votara a favor de mantener una línea dura en las medidas de seguridad a lo largo de la frontera con Egipto. Muchos israelíes vincularon estos hechos, en particular porque el ministro de Defensa, Yoav Gallant, dijo explícitamente que esa decisión causaría la muerte de rehenes. Otros creen que quizá los soldados de las FDI se estaban acercando, y los captores asesinaron a los rehenes antes de retirarse. Tal vez nunca tengamos la historia completa, a menos que los propios secuestradores sean capturados e interrogados.
El genocidio de Hamás es doble: de israelíes y de sus hermanos palestinos
Como musulmana comprometida con el Islam y, por tanto, totalmente opuesta al mentiroso e impostor totalitario del Islam que es el islamismo —base de todas las palabras, acciones y aspiraciones diabólicas de Hamás—, yo y otros innumerables musulmanes de todo el mundo que vieron a un humilde musulmán israelí rescatado por las Fuerzas de Defensa de Israel y luego presenciaron esta espantosa ejecución de rehenes en el último momento de su posible rescate, nos reafirmamos en nuestra misión de exponer, desautorizar, rechazar y desmantelar el islamismo por todos los medios posibles. Incluso mientras Israel está sangrando y con el corazón destrozado, ustedes nos dan fuerza. Exigen que seamos fuertes mientras nos exigen enfrentar la maldad y la crueldad de Hamás.
Hamás retuvo a esos rehenes junto con otros cientos afirmando representar al pueblo palestino, que ha estado cautivo en la superficie como parte de la calculada estrategia de Hamás de causar daños colaterales. Se trata de una estrategia en la que la maximización de las muertes palestinas se traduce en capital político para los objetivos islamistas totalitarios de Hamás: la erradicación del pueblo judío, la eliminación del Estado judío y, no lo olvidemos, como lo dice Hamás en sus propias palabras, la erradicación de tantas vidas palestinas como exija su propio cálculo enfermizo.
El genocidio de Hamás es doble: de israelíes y de sus hermanos palestinos.
El rehén beduino rescatado Farhan al-Qadi, junto a familiares y médicos en el Centro Médico Soroka de Beersheva
(Foto: Centro Médico Soroka)
Yo recorrí la región fronteriza con Gaza en los días posteriores al 7 de octubre. Vi los lugares de las atrocidades, hablé, entrevisté y filmé a los testigos presenciales supervivientes de las horrendas masacres, y presencié el análisis de los cuerpos de los asesinados, los restos de los incinerados y otros restos humanos.
Casi exactamente un año después regresaré a esos lugares, en señal de respeto y compromiso, del mismo modo que la guerra de Hamás no ha terminado, ni tampoco la mía contra ellos.
La guerra de Hamás es la guerra nihilista que libran todos los islamistas. Al abrazar la guerra religiosa, Hamás asume una ideología que ha puesto el asesinato por encima de todos los sacramentos. Su enemistad no se limita a Israel, los palestinos o los territorios, o incluso el pueblo judío. Rechaza todos los constructos occidentales, un valor universal que afirma que el Holocausto fue un crimen contra la humanidad. Hamás considera que este y otros valores humanistas son una invasión intelectual, y cultiva una enemistad cósmica con todos los judíos. Toda la humanidad —usted y yo— nos convertimos en meras víctimas colaterales.
El islamismo no es el Islam. El Islam exige que nosotros, como musulmanes, sintamos simpatía por nuestros semejantes, incluso si, mortales como somos, sentimos lealtad hacia los nuestros. Muchos de mis correligionarios están legitimando a Hamás, engañados por la deshumanización del pueblo judío que adoctrina el islamismo. Lejos de ser una postura moral, tolerar a Hamás o incluso llegar al extremo de celebrarlo, como si de alguna manera fuera un “defensor” de los palestinos “contra” los israelíes es, de hecho, una falacia inmoral.
Hamás encarna el peligroso credo del antisemitismo religioso del islamismo. Los actos de Hamás encarnan sus palabras, ya que asesina a un judío tras otro mientras para ello acaba con vidas palestinas, con un apetito de muerte sin límites
El Corán nos recuerda: “No luchéis por los traidores. No aboguéis por los que persisten en ser infieles. Dios no ama a los pérfidos” (Corán 4:106-108).
Israel es parte de la humanidad y está luchando contra Hamás en nombre de la humanidad. Cuando Israel sangra y está destrozado, una parte de nuestra humanidad —mi humanidad— también sangra. La recuperación de al-Qadi fue una victoria resonante para todos los que se oponen al islamismo. La muerte de los seis rehenes ejecutados en el umbral de la salvación es una pérdida horrible que no solo sufre Israel, sino toda la humanidad. Como en la Torá, también en el Corán el asesinato de una persona es el asesinato de toda la humanidad.
Hamás encarna el peligroso credo del antisemitismo religioso del islamismo. Los actos de Hamás encarnan sus palabras, ya que asesina a un judío tras otro mientras para ello acaba con vidas palestinas, con un apetito de muerte sin límites. Es un enemigo despiadado, malévolo e implacable de toda la humanidad, y no se puede ser complaciente con Hamás. Tampoco se puede construir la paz con ellos. Y, como la humanidad somos tú y yo, Israel, tus pérdidas son mías. Baruj Dayán HaEmet.
*La médico Qanta Ahmed es miembro senior del Foro de Mujeres Independientes, miembro vitalicio del Consejo de Relaciones Exteriores, y miembro honorario del Tejnión (Instituto de Tecnología de Israel). Es autora de In the Land of Invisible Women: A Female Doctor’s Journey in the Saudi Kingdom (“En la tierra de las mujeres invisibles: el viaje de una médica por el Reino de Arabia Saudita”).
Fuente: The Times of Israel.
Traducción Sami Rozenbaum / Nuevo Mundo Israelita.