Es muy difícil expresar con palabras lo que significa para mí el zejut de haberte conocido. Un hombre fiel a sus principios, entregado a su familia, a sus estudios de la Torá, un hombre que se sentía siempre feliz de enseñarme y trasmitirme lo importante de los valores de las tradiciones judaicas. Siempre pendiente de que no pasara sola un Shabat ni las Pascuas. Me hizo sentir parte de su familia, al lado de mi hermana de vida, Mazal, y sus hijos. ¿Cómo no agradecerte todo tu cariño, tu apoyo, cómo no agradecerte que acogiste a mi papá como parte de ti, cómo no agradecerte tus enseñanzas?
Es difícil despedirse, siempre estarás en mi mente y en mi corazón. Ya haces mucha falta; desde que saliste para luchar por tu salud no pasaba un viernes sin que me llamarás y llamaras a mi papá. Con tu alegría me alegrabas, y me decías «todo va a estar bien». Tu emuná en Hashem era parte de tu lucha. Tus palabras siempre las llevaré en mi alma: “Forti, consuegris”, y hablábamos un rato cada vez que nos llamábamos.
Cómo no extrañarte. Tus palabras cariñosas, tu singularidad para hacerme sentir importante para ti y parte de tu familia; jamás sabré cómo agradecerte. A mi querido yernis (como le digo siempre cariñosamente), quiero que sepa que estoy para él con mucho amor, para seguir las enseñanzas de su papá. A mi consuegris querida (Mazal) le ofrezco mi amistad y apoyo incondicional, a Eli, su esposa Nicole y Dany, mi abrazo fraternal lleno de mucho cariño. A mi hija Nicolle, eternamente agradecida porque por ella conocí a su suegro, de quien tanto aprendió y a quien tanto quiso.
Nos harás una falta inmensa, pero siempre te recordaré con amor y agradecida a Hashem por haberte puesto en mi camino.
Gracias por tanto.