Un Estado joven para un pueblo antiguo, encaja perfectamente en esta simbiosis conceptual de lo que ha sido la travesía del pueblo judío a lo largo de la historia antigua, media y moderna, con todas sus vicisitudes por ser diferente al resto, en principio porque creía en un solo Dios que por si fuera poco era invisible; después porque se le acusó de matar al hijo de aquel mismo Dios que el pueblo judío a través de los patriarcas internalizó como su padre Creador, y luego de tener rasgos tales o cuales, de conspirar para apoderarse del mundo. En fin, los motivos para la judeofobia siempre estarán latentes, siendo el antisionismo (la destrucción del Estado de Israel) la última de esa larga lista de excusas, que si no fuera por la magnitud de las tragedias que ha provocado, serían sencillamente situaciones históricas intrascendentes.
La unidad del pueblo judío a través de los milenios a pesar de los destierros, expulsiones y persecuciones, se produce alrededor de la Torá, formada por el Pentateuco que nos habla desde el origen de todo, relatado en el libro del Génesis, siguiendo con el libro del Éxodo, que describe la travesía del pueblo judío a la salida de la esclavitud en Egipto a través del desierto por 40 años para llegar a la tierra prometida por Yahvé a Abraham, cuando le dijo: “A tu descendencia daré esta tierra, desde el río de Egipto hasta el río Grande, el Éufrates”.
El tercer libro Levítico, comenta sobre la santidad del pueblo, donde el Creador vivía en medio del mismo en su travesía en el desierto, exigiendo santidad en la adoración al ser Supremo y en la vida cotidiana. En cuanto a Números, nos habla de las diferentes revueltas que acontecieron en el desierto, inclusive desobedeciendo la voluntad divina, en donde Moisés tenía que interceder ante altísimo en favor de su pueblo, y culminando con el Deuteronomio, que nos relata cuando el pueblo judío estuvo a punto de llegar a Israel, la tierra de leche y miel, siguiendo con el tema de la obediencia y el arrepentimiento individual como elementos centrales del libro.
Es así, que a pesar de estar dispersas las 12 tribus de Israel en gran parte de su historia, pudieron mantener esta unidad imprescindible para cuidar y proteger sus raíces como pueblo a través de la ruta marcada por la Torá, las tradiciones y la memoria histórica (recordar para nunca olvidar), que demuestra a todas luces y sin lugar a dudas, a pesar de los revisionistas, que el pueblo judío ha sido, es y será uno solo, independientemente de su origen y donde se encuentre.
Por supuesto, a raíz de la Declaración de Independencia del moderno Estado de Israel el 14 de mayo de 1948, que da lugar al hogar nacional del pueblo judío, constituyéndose en un territorio libre de persecuciones por las razones típicas por las cuales persiguen en países vecinos y no tan vecinos, por temas religiosos, raciales, políticos, etc.
Israel es un oasis no solo por el tema ambiental (es el país donde más arboles se plantan en el mundo, se obtiene agua del aire, etc.), sino por el tema del respeto a las libertades individuales, tomando en cuenta que las tres grandes religiones monoteístas tienen recintos, pasajes y monumentos santos en Israel y sobre todo en Jerusalén, a los cuales acuden millones de personas para cumplir con los ritos de cada fe, siendo impensable esta situación antes de su independencia, cuando ni los propios judíos podían acudir al Muro de los Lamentos en manos de Jordania, y fue solo a través de la reunificación de dicha ciudad santa en 1967 tras la Guerra de los Seis Días, que pudo ser testigo nuevamente de la presencia judía en los restos del Muro Occidental, que forma parte de lo que fue el Segundo Templo de Jerusalén destruido por los romanos en el 70 e.c.
En fin, estamos celebrando en los próximos días de Rosh Hashaná el año 5783, con mucha alegría y agradecimiento al Supremo por darnos vida y salud para transitar esta ruta, tratando de iluminar nuestra vida con buenas acciones, y que cada uno de acuerdo a sus potencialidades pueda iluminar más allá de su entorno.
La lucha es por vencer a la oscuridad, y cada ser humano debe ser factor determinante para dicho logro, para tener un planeta más libre, disipando el mal con buenas acciones, ayudando al necesitado en donde el concepto de fraternidad que es el menos conocido de los ideales de la Revolución Francesa, se equipare a los otros dos, que son la igualdad y la libertad.
La fraternidad necesaria y urgente para cambiar el destino de la humanidad, es por lo que pediré en nuestras altas fiestas de Rosh Hashaná, Kipur, Sucot y Simjat Torá. Que el altísimo nos ilumine y bendiga a todos los habitantes de esta hermosa nación que es Venezuela, al Estado de Israel y a la humanidad toda.