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REDACCIÓN NMI
La idea de crear la Confederación de Asociaciones Israelitas de Venezuela nació en agosto de 1966, como instancia política cuya misión sería representar a la comunidad judía, en un país que acogió a numerosas familias hebreas que llegaron con la esperanza de hacer de esta su casa.
A lo largo de estas cinco décadas, la CAIV, representada en sus presidentes y juntas directivas, ha velado por los derechos de la kehilá y ha sido voz de quienes han sufrido agresiones antisemitas, tanto en el exterior como internamente. Asimismo, es el medio para crear canales de comunicación, lazos de paz y solidaridad con instituciones y organismos nacionales e internacionales.
En tiempos recientes, la labor de la CAIV ha asumido una importancia especial ante las campañas mediáticas contra el Judaísmo y el sionismo que lamentablemente han tenido lugar en el país, así como por la ruptura unilateral de las relaciones diplomáticas con el Estado de Israel por parte del gobierno venezolano. Con seguridad, quienes en 1966 dieron forma a esta institución no imaginaron que medio siglo más tarde tendría que asumir su rol de defensa de los derechos de la kehilá en circunstancias tan difíciles.
A través de un breve recorrido por testimonios de varios de sus ex presidentes, conoceremos su visión sobre los períodos en que les tocó dirigirla, con sus altos y bajos, con los cuales la CAIV ha marcado una huella en la historia de la comunidad judía de Venezuela.
“El reto para la comunidad es perseverar en su sagrada misión con renovado entusiasmo”
—¿Qué se logró durante sus años gestión en la CAIV?
—Se consolidó lo que ya venía siendo un logro ejemplarizante: la unidad de la comunidad y su organización para atender las necesidades colectivas, que ya era calificada en el mundo judío como una comunidad modelo, hasta hoy.
La Primera Guerra del Golfo con la invasión de Iraq a Kuwait, y el lanzamiento de misiles Scud sobre la población de Israel, nos permitió demostrar, como siempre, nuestro apoyo al Estado judío. Organizamos un acto masivo que se llamó “Israel, estamos contigo”, en el que participaron destacadas personalidades de la vida nacional. En esa coyuntura varios dirigentes comunitarios viajamos a Israel en muestra de solidaridad. En el hotel donde nos hospedábamos había un recinto como refugio para cuando sonaran las sirenas de alarma, lo que ocurrió varias veces, y nos proporcionaron máscaras anti-gas.
Condenamos el atentado contra la Embajada de Israel en Buenos Aires, en 1992. Extendimos nuestra actividad a favor de los judíos de Siria, para lo que se constituyó un Comité de Defensa.
En lo interno, vivimos con preocupación los días difíciles de los dos intentos de golpes de Estado en febrero y noviembre de 1992, y el enjuiciamiento y destitución del presidente Carlos Andrés Pérez, en 1993.
—¿Cuáles fueron los obstáculos que le tocó enfrentar?
—El obstáculo que más me preocupaba era el que representaba los que pretendían sobreponerse al rol de la CAIV, establecido por las instituciones confederadas en nuestros estatutos como única representante de la comunidad ante las autoridades nacionales y organizaciones internacionales, judías y no judías. Afortunadamente, estos conatos esporádicos no dejaron secuelas divisionistas. La polémica se saldaba amigablemente.
—¿Cuál considera su aporte durante sus años en la CAIV?
—El refuerzo de la seguridad comunitaria en coordinación con los servicios de inteligencia y seguridad del Estado, ante el peligro del fundamentalismo islámico y de actos terroristas contra nuestros correligionarios e instituciones comunitarias.
Las relaciones cordiales y fluidas con el gobierno nacional, con la prensa y otros medios de comunicación, con contadas excepciones, así como con las diversas instancias y personas de los poderes públicos, con políticos de diferentes partidos, académicos, intelectuales y artistas.
La inclusión en la Junta Directiva de la institución de miembros de Dor Hemshej (generación de continuidad) en representación de las organizaciones integrantes de la CAIV. Esto continuó con altibajos en siguientes juntas directivas, y espero y deseo que en lo adelante se prolongue.
La incorporación a la CAIV de la periodista e intelectual Rebeca Perli como directora ejecutiva. Ella, con la colaboración de Raquel Amram, Beatriz Rittingstein y Rita Iglicki, perfeccionó y dinamizó la labor de la oficina de la institución.
—¿Cuál es el reto para los nuevos directivos de CAIV?
—El reto, en esta época más difícil que la que me tocó a mí, es perseverar en su sagrada misión con renovado entusiasmo, consultar con las personas adecuadas en cada caso para tomar una decisión importante, atraer a más jóvenes e inculcar en ellos su responsabilidad y su deber de contribuir a la continuidad, fortalecimiento y unidad de la comunidad; y prepararlos, traspasándoles las experiencias acumuladas, aprovechando las naturales inclinaciones de cada uno. Esta es una tarea vital, sin la cual la continuidad estará amenazada. Que Dios bendiga a cuantos trabajan, luchan y se esfuerzan a favor del pueblo de Israel, en nuestra comunidad y el mundo.
“Qué largo el camino recorrido, qué corto el tiempo trascurrido”
—¿Qué sucedía en Venezuela cuando se creó la CAIV?
—La de la fundación de la CAIV fue la época en que nuestra comunidad dio muestras de una extraordinaria unidad y hermandad, creándose Hebraica. Época de una gran solidaridad con Israel en vísperas de la Guerra de los Seis Días, así como se creó una gran reacción comunitaria a favor de los damnificados del terremoto de ese año, y para fortalecer las relaciones entre nuestras organizaciones y estrechar la amistad de su dirigencia.
—¿Qué actividades realizó la CAIV durante su presidencia?
—Un evento destacado fue el Primer Congreso Cultural Judeo-Latinoamericano “Visión retrospectiva y dimensión contemporánea”, inaugurado por José Guillermo Andueza, ministro de la Secretaría de la Presidencia. Entre los ponentes hay que destacar al escritor argentino Marcos Aguinis; John Maisto, embajador de Estados Unidos; Manuel Tenenbaum, director general del Congreso Judío Latinoamericano; Bernardo Kligsberg, director del Instituto Interamericano del Banco Interamericano de Desarrollo; y por Venezuela, figuras como Tomás Polanco Alcántara, miembro de la Academia Venezolana de la Historia; Freddy Malpica, Arlette Machado, Alexis Márquez Rodríguez y Atanasio Alegre, además de numerosas personalidades comunitarias. Todas las ponencias de ese congreso se editaron en un libro.
En 1998, en ocasión de los 50 años de la independencia de Israel, la CAIV, conjuntamente con Ipostel, emitió 10 estampillas alusivas que se agotaron en dos semanas. En el acto de presentación participaron Jacobo Kovadloff, del American Jewish Committee; Fernando López Ortega, presidente de Ipostel; José Guillermo Andueza, ministro de la Secretaría de la Presidencia de la República; y Joseph Hasseen, embajador de Israel.
Ese mismo año, también para celebrar los 50 años de Israel, la CAIV invitó a Shimon Peres, quien hizo gala de su intelecto ante una multitud que colmó los espacios de la UIC, así como en la Universidad Católica Andrés Bello, que le otorgó un doctorado Honoris Causa.
Al cumplirse el centenario del nacimiento de Andrés Eloy Blanco, la CAIV organizó uno de los cien actos que Venezuela llevó a cabo en su memoria, y cuyo presidente fue Luis Manuel Peñalver. Lo más granado del intelecto venezolano hizo acto de presencia, siendo orador de orden Andrés Eloy Blanco Iturbe, quien recordó que su padre, siendo ministro de Relaciones Exteriores bajo la presidencia de Rómulo Gallegos, votó en 1947 a favor de la partición de Palestina en un Estado judío y otro árabe. La eximia cantante israelí Yafa Yarkoni grabó en español el poema de Blanco “Angelitos negros”, en un estudio de radio de Caracas; y la Schola Cantorum, bajo la dirección de Alberto Grau y con el tenor Pedro Stern como solista, entonaron el mismo tema en hebreo.
La CAIV también presentó una Exposición Iconográfica y Bibliográfica de la obra de Andrés Eloy Blanco, gentilmente cedida para este acontecimiento por José Agustín Catalá, director de los Talleres Gráficos de la Nación.
Esperemos que la paz, la armonía y la confraternidad imperen bajo el mensaje que fue dado en el Monte Sinaí para la eternidad.
Es esta una breve reseña de las actividades de la CAIV durante el período que tuve el honor de presidir, contando con una excelente Junta Directiva.
Y nuevamente: qué largo el camino recorrido, qué corto el tiempo trascurrido.
CAIV: 50 años al servicio de la comunidad judía de Venezuela
Una experiencia personal
La Confederación de Asociaciones Israelitas de Venezuela es la organización techo de la comunidad judía venezolana, la encargada de llevar nuestra voz ante los diferentes estamentos del gobierno nacional, de representarnos ante el Congreso Judío Mundial y el Congreso Judío Latinoamericano y otras entidades internacionales.
La CAIV surgió en momentos que la comunidad judía ya tenía suficiente peso específico organizativo; es decir, las estructuras básicas para cubrir la vida judía —religión, educación, información— ya estaban echadas. Pero era necesario contar con una organización de naturaleza política, sin tener carácter partidista, que se ocupara de servir de puente con el mundo exterior, ya fuera este político, académico o de otra índole.
En su constitución participaron, lógicamente, las dos organizaciones fundamentales de nuestra comunidad: la Asociación Israelita de Venezuela y la Unión Israelita de Caracas, representativas del grueso de la población judía, junto al Consejo Nacional de la B’nai B’rith de Venezuela, poseedor de una vasta experiencia en la lucha contra el antisemitismo y por los derechos humanos; y la Federación Sionista de Venezuela, que aportaba el componente ideológico del sionismo y dejaba en claro la irrenunciable postura de la CAIV en defensa del Estado de Israel.
En su etapa inicial, la CAIV acogió en su seno la representación de los jóvenes y de las mujeres judías. Ambos grupos siempre estuvieron presentes, y su valioso aporte fue escuchado con atención.
Si bien desde su creación la CAIV ha tenido un rol central en la relación entre la comunidad judía y su entorno, es indudable que con motivo de los cambios políticos, sociales y económicos ocurridos en Venezuela a partir de la llegada de Hugo Chávez al poder, es en la llamada Quinta República cuando su accionar ha sido más difícil y necesario.
Me tocó presidir la CAIV justo con el inicio de la Revolución Bolivariana, y allí comenzamos a diseñar estrategias que nos permitieran mantener en alto la representación de nuestra comunidad frente al gobierno nacional. Por una parte, defender nuestro derecho como minoría a convivir en el seno de la comunidad venezolana, y por otra defender nuestra postura contra el antisemitismo en todas sus manifestaciones y contra los intentos de deslegitimar al Estado de Israel.
En el segundo período en que dirigí la CAIV (2007-2010), ya profundizado el cambio en Venezuela, nuestra actuación requirió del mayor cuidado para mantener abiertos los necesarios puentes con el gobierno nacional, y defender con dignidad y sin claudicaciones las posiciones que creíamos justas.
Dos hechos terribles ocurrieron en este período: el segundo allanamiento de Hebraica, y el ataque a la sede de la Asociación Israelita de Venezuela con la profanación de la Gran Sinagoga Tiferet Israel. Fue necesario mucho aplomo para enfrentar ambos actos vandálicos. Lo hicimos con decisión y cordura.
Fueron momentos en que la CAIV recibió grandes muestras de solidaridad interna y externa, tanto de organizaciones judías como no judías. Nuestro trabajo con las embajadas amigas dio sus frutos, y comprobamos que no estábamos solos.
A todo lo anterior hay que agregar que nos tocó vivir la ruptura de relaciones de Venezuela con Israel, con toda la carga emotiva que nos produjo ese acontecimiento.
Pero también hubo tantos momentos gratos: publicar libros, recibir amigos de dentro y fuera del país, entablar conversaciones con embajadores, asistir a numerosos encuentros internacionales del mundo judío, compartir con un grupo de amigos la responsabilidad del día a día en Venezuela y el mundo. En fin, aprender política y servir a la comunidad.
Con todo, puedo afirmar que para mí fue un privilegio y un honor servir a la comunidad judía desde la presidencia de la CAIV. Fueron años duros, pero plenos de satisfacción por el deber cumplido: representar dignamente a la comunidad judía venezolana y dejar en alto el nombre de Israel. Todo lo realizado fue posible por contar en la Junta Directiva de la CAIV con un extraordinario grupo de colaboradores, que en todo momento me apoyaron y trabajaron intensamente.
También hay que mencionar que en las dos oportunidades en que presidí la CAIV, desde la directora ejecutiva hasta el último empleado, su buen desempeño en el trabajo nos dio el soporte necesario para una exitosa gestión.
“Debido al cambio de orientación política con la instauración de la Quinta República, hubo que reinventar las formas de mantener la comunicación abierta”
—¿Cuál fue el contexto en que le tocó dirigir la institución?
—En ese momento el panorama político nacional se veía muy complicado. Pocos meses antes de asumir, en el país hubo un golpe de Estado que fue revertido a los pocos días, pero que, como secuela, dejó muy sensible a la sociedad venezolana y al gobierno nacional. Esto llevó, a los pocos meses, a un paro nacional que, como es de suponer, afectó la vida de la comunidad, de sus instituciones e individuos.
—¿Cuáles fueron los principales retos para la comunidad en ese momento?
—El objetivo de la comunidad y sus instituciones es garantizar la calidad de vida judía de sus integrantes. En ese contexto, la CAIV actúa como representante de la comunidad ante el gobierno nacional y la sociedad en general, estableciendo y manteniendo abiertos canales de comunicación permanentes.
Debido al cambio de orientación política con la instauración de la Quinta República, hubo que reinventar las formas de mantener esa comunicación abierta. Esto se trasformó, desde 1999, en un gran reto. Con la sociedad venezolana estos canales de comunicación se ampliaron y estrecharon debido a esa misma coyuntura política.
—¿Cuál es para usted el logro más gratificante durante su período?
—En la gestión diaria y en su relación con las otras instituciones comunitarias hubo muchos “pequeños” logros que fueron muy gratificantes. Pero sin lugar a dudas, la organización y realización del evento de conmemoración de los 60 años de la liberación del campo de exterminio de Auschwitz, el 27 de enero de 2005, fue el logro más impactante.
Se formó una comisión de miembros eminentes de nuestra comunidad, liderada por Paulina Gamus y Marianne Beker, que trasformaron esa ocasión no solo en un evento puntual, sino que permeó durante semanas en toda la sociedad venezolana y en muchas de sus instituciones, incluyendo la prensa, la radio, la televisión y en eventos culturales.
—Durante su permanencia en la CAIV, Hebraica fue víctima del primer allanamiento por parte del gobierno. ¿Cómo fue el manejo de este suceso por parte de la CAIV?
—Aunque, obviamente, nos agarró a todos por sorpresa, la comunidad, en este caso liderada por la CAIV, reaccionó de forma rápida, efectiva y organizada.
De una comisión creada ad-hoc, el ejecutivo de la CAIV se declaró en sesión permanente, ampliando a los presidentes de las instituciones que la conforman, hasta realizar una plenaria de toda la dirigencia comunitaria. Se analizaron los hechos y se tomaron las decisiones que se consideraron oportunas.
Se exigieron respuestas al gobierno nacional en la figura del ministro de Relaciones Interiores y Justicia; hubo conversaciones con la Vicepresidencia de la República, con los organismos policiales involucrados y, aunque nunca obtuvimos una respuesta oficial sobre el caso, a nivel privado recibimos disculpas por la acción.
—¿Cómo califica la labor y alcance de la CAIV en estos 50 años?
—A lo largo de los años y con cada Junta Directiva, la CAIV ha sabido representar y defender los intereses de la comunidad gallardamente. Quizá han existido períodos, por la situación país, en los que ha resaltado su labor más que en otros, pero en todos ha realizado una muy necesaria y a veces difícil función.
Considero que a mí y a mi junta nos tocaron tiempos difíciles, pero viendo en perspectiva, a cada junta que siguió le tocaron tiempos peores.
Debemos estar muy orgullosos de lo que se ha logrado en estos 50 años. Nuestra kehilá ha sido, y es todavía, un ejemplo para la diáspora judía. Los tiempos se han hecho cada vez más difíciles, pero la comunidad ha demostrado que sus instituciones siguen siendo fuertes, que sus ideales y objetivos se mantienen vivos y que, Dios mediante, el país y toda la sociedad venezolana encontrarán el camino hacia la paz y el progreso que anhelamos.
“Hay cosas que no se negocian, como tus principios y tus ideas”
—¿Cuál fue su principal objetivo en la CAIV?
—Crear lazos de comunicación con el gobierno nacional y todos los sectores. En aquel entonces teníamos gran interés en mantener puentes, generando una estable y positiva relación entre Venezuela e Israel, donde los intereses comunitarios estuviesen bien representados y protegidos.
—¿Cómo se manejó la hostilidad contra la kehilá por parte de algunas instancias del gobierno?
—Durante nuestra gestión nos tocó defender y poner en alto nuestra posición como judíos, el tema del Judaísmo, la identificación inquebrantable con Israel, y le hicimos saber al gobierno que nosotros no íbamos a cambiar de línea. Hubo una serie de eventos por los cuales el gobierno fue acusado de antisemita, fue el Centro Wiesenthal el que generó reacciones del gobierno. Nosotros no tuvimos realmente ataques directos y frontales hacia la comunidad, pero es cierto que no somos los mejores amigos y no pensamos de la misma manera.
—¿Recuerda alguna anécdota significativa?
—Recuerdo que sostuve, en compañía de la Junta Directiva de la CAIV, una entrevista muy importante con el presidente Chávez. Fue un encuentro que duró un par de horas. Una de las cosas que nosotros aprendimos, y ojalá que las futuras juntas lo hayan acogido igual, es que si uno no es amigo de alguien eso no significa que tengas que convencer al otro de lo que tú crees o antagonizarlo. Cada quien tiene sus principios y hay que ser fieles a ellos. Esa fue la base de la conversación con el presidente, con mucho respeto y altura.
—¿Cuál fue el tema principal de ese encuentro?
—En aquel entonces fuimos con una propuesta muy clara: le pedimos a Chávez que usara la influencia que tenía en el mundo árabe. Le dije: “Usted tiene una posibilidad de hacer algo que nadie ha hecho, ser el intermediario para generar la paz entre Israel y el mundo árabe”. Él no se negó, pero un par de semanas después tuvimos manifestaciones en Caracas en apoyo a Palestina. Por lo menos lo intentamos.
—¿Una experiencia que jamás olvidará?
—Tuve el triste honor de despedir al embajador de Israel en Venezuela, cuando se cortaron las relaciones diplomáticas. Me tocó bajar la bandera de Israel y despedir al embajador junto a su familia. Recuerdo que lloré como un niño, jamás imaginé que en mi país, Venezuela, iba a tener que despedir al embajador de la nación con la que me siento totalmente identificado.
Creo que en nuestra comunidad tenemos que estar centrados, mantener nuestra posición, nuestros valores, nuestra solidaridad con el hombre de a pie y no agarrar caramelos. Hay cosas que no se negocian, y esas son tus principios y tus ideas.
—¿Un mensaje para la kehilá?
—Quisiera dar un mensaje de fe y esperanza. Tengo la esperanza de que Venezuela va a resurgir, volver al sendero democrático, a un sendero de paz, a ser el mejor país del mundo como siempre lo vimos, soñamos y vivimos muchos de nosotros. Algunos tuvimos que irnos por distintas razones, nada diferente a los dos millones de venezolanos que han emigrado, pero tengo fe de que el país se va a volver a enrumbar.
Deseo que la comunidad judía venezolana, ejemplo en el mundo entero, pueda volver a brillar y a ver familias felices con residencia en un país que abrió los brazos y recibió con tanto cariño a muchos de nosotros que éramos inmigrantes.
“Mi gestión consistió en equilibrar, manejar la situación”
—¿Qué balance hace de su gestión al frente de la CAIV?
—A todos los presidentes de CAIV les toca vivir la época más difícil hasta el momento, porque cada época supera a la anterior en cuanto a lo problemático. A mí me tocó asumir la gestión a pocos días de la expulsión del embajador de Israel. Me tocaron los días más virulentos del gobierno contra Israel, el antisemitismo. Mi gestión, en principio, consistió en equilibrar, manejar la situación. No fue una gestión creativa. Yo no podría decir que dejé cuatro universidades trabajando, cinco instituciones de prestigio funcionando, cuatro edificios produciendo alquileres y unas cuentas bancarias gigantescas… No. Mi gestión se dedicó exclusivamente a tratar de mantener el equilibrio de la comunidad, conservar una comunidad en vigencia a pesar de la disminución de nuestros miembros.
— ¿Cuáles fueron los principales obstáculos que le tocó enfrentar?
—Esa fue una época que yo llamo de “antisemitismo de educación”. Durante las épocas anteriores ya había un antisemitismo muy bien dirigido y promovido, pero durante mi período comenzó una etapa nueva, que fue la de educar a la gente para que fuera antisemita. No sé quién la dirigió y la hizo funcionar. En esos momentos uno conseguía en ciertos ministerios cursos completos contra Israel bajo la excusa de la defensa del pueblo palestino, se enseñaba a culpar a los judíos y sobre todo a Israel de las situaciones malas que estaban pasando en el país. Y una de las cosas que me agrada de mi pueblo venezolano es que no entendió eso, y de hecho abandonaron esa campaña.
—¿Cuál considera el principal aporte durante sus años en la CAIV?
—Mi junta directiva y yo decidimos ser un poco más participativos en la relación interreligiosa, y menciono eso como el gran logro, no mío, sino de la comunidad: reunirnos más formalmente con la iglesia evangélica, católica, con los cristianos. Logramos algo que podemos nombrar como el gran logro mundial más importante, solo comparado con lo que han hecho algunos papas: hemos sentado a la misma mesa, y bajo el techo de una sucá, a todas las religiones: cristianas, protestantes, islámica... Creo que eso fue un hito.
—¿Cuál es el reto para los nuevos directivos de la CAIV en los tiempos que corren?
—No quiero ser poco creativo, pero creo que el reto es el mismo: mantener la vigencia de una comunidad que está en pleno funcionamiento, a pesar de que sus miembros y su capacidad económica han disminuido. Ese es el reto.
—¿Cuáles considera son las debilidades y fortalezas de la CAIV?
—La CAIV es el reflejo de la vida que estamos viviendo en el país. En una misma mesa se sientan posiciones que están a 180 grados una de la otra, posiciones influenciadas por la situación venezolana. Que nadie crea que en la CAIV no se discute; hay confrontación de ideas, porque cada uno de nosotros piensa diferente. Además, hay un problema gravísimo, y es que la CAIV está compuesta por judíos, y donde hay dos judíos hay 600 opiniones diferentes. No quiero hablar mal de mi pueblo, pero es difícil poner de acuerdo a una mesa compuesta por judíos.
—¿Cómo es la kehilá venezolana?
—Esta comunidad es cada día más admirable. Tiene una estructura de funcionamiento, sobre todo en el área de solidaridad social, que muchas comunidades poderosas del mundo quisieran tener. Y quiero pecar de antipático al decir que esta es la mejor comunidad judía del mundo. Aquí el comunitario cuando hace un donativo, no lo hace con el bolsillo sino con el corazón.
“Dije lo que tenía que ser escuchado”
—Durante los convulsos años de su gestión, ¿cómo mantuvo la cabeza fría y los pies de plomo para enfrentar ese complejo panorama?
—No es un secreto que durante mis años de estudio en la UCV activé políticamente, donde compartí con muchos de los políticos que hoy están en distintas tribunas. Para mi gestión, mi esposa e hijos colaboraron con esa necesaria tranquilidad. Los 20 años en CAIV sumaron, pero lo fundamental fue haberme rodeado de un equipo maravilloso, todos amigos comprometidos con la comunidad. Nunca tomé una decisión sin consultarla. Me acerqué más a Dios. Conté con una directora ejecutiva de lujo, eficiente y buena, como todo el staff, por el que me ocupé porque siempre estuvieran contentos. Sin ellos la cosa no caminaría.
—¿Qué balance hace de su gestión al frente de la CAIV?
—El balance lo hacen los terceros, pero hice un gran sacrificio, siempre pensé en el colectivo, me obsesioné por dar lo mejor de mí, traté de evitar los errores y mantener intacta mi libertad interior. A viva voz dije lo que tenía que ser escuchado, sobre todo en la defensa de nuestra comunidad, de Israel y a favor del recuerdo de la Shoá.
—¿Cuáles fueron los obstáculos que le tocó enfrentar?
—La propia comunidad y sus dirigentes, la crisis que vivimos. Hay decisiones que no son del agrado de todos, mas sí necesarias. El antisemitismo, tan extraño al país, la demonización de Israel, la banalización de la Shoá, la falta de representación diplomática de Israel, el cambio tan permanente de autoridades nacionales, la prensa internacional y las mismas instituciones judías alrededor del mundo, el decrecimiento de nuestra comunidad…
—¿Cuál considera el principal aporte durante sus años en la CAIV?
—Se logró mantener una relación estable con las autoridades nacionales: teníamos a quién llamar. Se presentaron todos los reclamos por los temas de antisemitismo ante la Fiscalía. Hicimos una campaña, como nunca antes, frente a toda la representación diplomática acreditada en el país. Promovimos a Israel y presentamos su realidad. Nos posicionamos internacionalmente, a todos los niveles, y en las instituciones judías logramos por primera vez ocupar puestos de trascendencia. Visitamos a los dos papas, a presidentes y ministros de distintos países. Conseguimos unir esfuerzos con representantes de todos los credos, y especialmente sumamos mucho con el mundo evangélico, quienes aman profundamente a Israel.
Superamos las vicisitudes y generamos tranquilidad. Mantuvimos permanente contacto con los ex presidentes, quienes aportaron buenas ideas y sumaron mucho. Aumentamos nuestra visibilidad frente al mundo gentil, y mantuvimos constantemente informada a la comunidad de nuestras actividades; eso es muy importante.
—¿Cuál es el reto para los nuevos directivos de la CAIV en estos tiempos que corren?
—Entender que están trabajando en una institución muy particular, en la que hay que dejar de lado las consideraciones personales, ser muy objetivos, estudiar y comprender el ambiente donde deben desenvolverse. No callar, pero hablar con inteligencia. No dejar pasar las oportunidades.
—¿Cuáles considera son las debilidades y fortalezas de la CAIV?
—La fortaleza son sus miembros, su personal y ser una institución compuesta por personas y sin bienes; gozar del reconocimiento nacional e internacional por ser la representante de la comunidad; la autoridad moral conseguida en el tiempo. Sus debilidades: la falta de recursos para poder optimizar su actividades, y muy especialmente para combatir el antisemitismo. Esa es su fragilidad ante estos “tiempos de cólera”.
—¿Qué significa el trabajo comunitario para usted?
—Compromiso con amor. Sacrificio incondicional.
—¿Alguna sugerencia para mejorar?
—Los presidentes de CAIV deberían ser electos de manera directa por los miembros de la comunidad. No necesariamente la presidencia de CAIV debe ser un premio para quienes han dirigido otras instituciones. Espero que en un futuro eso cambie. El presidente de CAIV y sus miembros deben salir de la misma institución. Hay que respetar a las instituciones confederadas.
“Seguimos teniendo una vida judía muy activa, e interactuamos con todos los sectores”
—¿Cuál ha sido el mayor desafío de su período como presidente de la CAIV?
—Puede definirse como el esfuerzo por mantener y preservar la vida judía venezolana, en sus actividades religiosas, culturales y sociales; facilitar trámites como la adquisición de productos kasher y para Pésaj; mantener nuestra presencia en los foros judíos nacionales e internacionales; fortalecer la seguridad comunitaria; y muy importante: hicimos grandes esfuerzos para lograr la reanudación de las relaciones diplomáticas entre Venezuela e Israel.
Este ha sido un trabajo de un equipo en el que han participado numerosos profesionales y voluntarios de primera línea, y hay que destacar que las decisiones importantes se han tomado en consenso con las demás instituciones comunitarias.
—¿Cuál es la situación actual de nuestra kehilá?
—A pesar de la reducción demográfica y de las dificultades que enfrentamos como ciudadanos venezolanos (inseguridad, inflación, escasez), seguimos teniendo una vida judía muy activa, e interactuamos con todos los sectores, gubernamentales y no gubernamentales. Tenemos contacto permanente con numerosas embajadas acreditadas en Venezuela, así como la Liga Antidifamación (ADL), el Congreso Judío Mundial y Latinoamericano, y otras entidades. Durante las reuniones en las que nos ha tocado representar a nuestra comunidad, todas esas organizaciones confirman siempre su interés y aprecio por nosotros, y reafirman que podemos contar con ellos.
Una ausencia en este Dossier especial es la de Hillo Ostfeld, presidente de la CAIV durante el período 1993-95, quien por razones de salud no pudo ofrecer una entrevista. Hacemos votos por su pronta y completa recuperación.
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