Una joven olá, hija de una apreciada familia de nuestra comunidad, acaba de ser protagonista de un reportaje en el portal “Israel desde adentro”. Se trata de la médico Anat Bierman, quien emigró a Israel en 2008.
Anat se radicó inicialmente en Raanana, donde, tras aprobar con dificultad el examen de reválida (debido a su entonces escaso dominio del hebreo y a que varias preguntas estaban mal planteadas, como luego reconocieron las respectivas autoridades), cumplió unos meses de práctica, y finalmente fue aceptada en el Hospital Meir de Kfar Saba, en la sección de Pediatría.
Como narra el artículo, “cuando Anat estaba un poco más adaptada al país y solo le faltaban seis meses para finalizar su especialización, su vida dio un giro inesperado. Trabajando en el hospital durante los turnos de las noches, Anat comenzó a sentir una extraña debilidad en las manos, dolor de garganta y mucho cansancio. Sin embargo ella no podía faltar a las guardias nocturnas, de modo que tuvo que hacer un gran esfuerzo. Estando ya casada y con un bebé de 10 meses, un día Anat se sintió tan mal que se vio obligada a acudir a la sección de emergencias del hospital donde trabajaba. Allí le realizaron varios exámenes que determinaron que sufría un problema neurológico, pero al no tener claro de qué se trataba le recomendaron que permaneciera hospitalizada. La situación empeoró, al punto de que en cuestión de horas perdió por completo la movilidad de su mano izquierda”.
Luego de varios análisis, los especialistas lograron determinar que Anat padecía el Síndrome de Guillain-Barré, una enfermedad autoinmune en la que el cuerpo ataca al sistema nervioso haciendo que pierda la capacidad de enviar los impulsos nerviosos a los músculos, lo que da lugar a parálisis, entre otros síntomas. Actualmente este síndrome se menciona con frecuencia en los medios, ya que la enfermedad del zika puede producirlo.
Anat llegó a tener dificultades para hablar, comer e incluso respirar, por lo que la internaron en cuidados intensivos, donde pasó dos difíciles meses paralizada de la cintura para arriba. Luego fue trasladada al Hospital Tel Hashomer de Tel Aviv, donde permaneció otros siete largos meses en rehabilitación neurológica; su condición mejoró lo suficiente como para poder regresar a casa, sin haber recuperado aún el movimiento de sus manos. “Fue necesario un año más de terapias diarias para que recuperara la movilidad en todo su cuerpo”, dice la nota. En total, fueron casi dos años de lucha contra el síndrome.
Anat está agradecida de haber padecido el mal en Israel, ya que el excelente sistema de salud cubrió por completo la hospitalización, tratamientos, medicinas y terapias de rehabilitación. Actualmente ejerce su profesión como pediatra en la entidad prestadora de servicios de salud Clalit.
Hace casi cuatro décadas que Israel y Egipto firmaron un tratado de paz, pero el sentimiento antiisraelí sigue enquistado en la sociedad egipcia. Un ejemplo es lo que le ocurrió al diputado y periodista de televisión Tawfiq Okasha, quien ha sido excluido del parlamento de ese país tan solo por haberse reunido con el embajador israelí en El Cairo, Haim Koren.
Como informa Israel Hayom, la expulsión de Okasha fue decidida por una mayoría abrumadora de los demás diputados, tres días después de que otro parlamentario lo golpeara con su zapato por el mismo terrible pecado de haberse reunido con un representante diplomático acreditado ante su propio gobierno.
La paradoja es que, como hemos informado varias veces en estas páginas, Israel y Egipto coordinan muchas actividades militares y de seguridad, sobre todo para enfrentar los movimientos yijadistas de la península del Sinaí. “Rara vez pasa una semana sin que oficiales de seguridad israelíes viajen a El Cairo para reunirse con sus contrapartes egipcias”, explica Israel Hayom. Sin embargo, muchos egipcios mantienen un profundo resentimiento por las derrotas militares sufridas ante Israel en las cuatro guerras que libraron entre 1948 y 1973, a lo que se suma la judeofobia insuflada durante décadas por el islamismo radical. Hay que recordar que, hace algunos años, un canal de la televisión egipcia produjo una serie en estilo documental nada menos que sobre Los protocolos de los sabios de Sión, como si el contenido de ese libelo fuera cierto; esta serie se exportó a todo el mundo árabe.
“Leo NMI cada vez que lo recibo. Me gusta casi todo, sobre todo cuando escriben el señor Sultán y Elías Farache, quien es mi hijo (risas). Me interesan mucho las noticias de Israel, pero la verdad es que lo leo por completo, porque me entero de muchas cosas”.