Han trascurrido cuatro meses desde aquella mañana del sábado 7 de octubre, cuando más de 3000 jóvenes del festival de música electrónica Supernova habían disfrutado de una noche de alegría, risas, encuentros y esperanzas en el futuro, ya que ese festival tenía como telón de fondo “la paz”.
Pero apenas despuntaba el alba, tanto los jóvenes como los residentes de los kibutzim (colonias de producción y consumo comunitario) y ciudades cercanas del sur de Israel, lindando con Gaza, se levantaron con el horror y la incredulidad de ver a miles de terroristas deambular libremente por sus jardines, casas, calles, edificios, destrozando todo a su paso, quemando, asesinando, raptando, filmando sus gloriosas acciones e inclusive llamando a sus padres para informarles que su hijo es un héroe por haber asesinado judíos.
El 7 de octubre fue la orgía frenética y desenfrenada que acabo en horas con más de 1200 vidas, mamás con sus bebés, abuelos, familias enteras, mujeres embarazadas que se atrincheraron en muchos casos en los “cuartos seguros” que están diseñados para protegerse de cohetes pero no contra terroristas, asesinos que se encuentran del otro lado de la puerta.
Amigo lector, ¿usted imagina el pánico de un padre o madre que esté tratando de impedir que entren a ese cuarto seguro, que todas las casas en Israel deben tener, bandas salvajes para matarlos, y que en ese pequeño recinto estén sus pequeños hijos, sus padres, sus abuelos?
Interior del “cuarto seguro” de una vivienda israelí
No hay otro país del mundo donde se construyan las casas y edificios residenciales con cuartos seguros, para prevenir las tandas de cohetes y misiles, que desde hace décadas (recordemos los Scud lanzados por el carnicero iraquí Sadam Hussein) han venido cayendo en Israel por cientos de miles en los últimos 40 años.
Israel es un país que ha perfeccionado el arte de la defensa, con el sistema Cúpula de Hierro, cuartos seguros, vallas de seguridad, labores de inteligencia y contrainteligencia. Por eso su ejército se llama Fuerzas de Defensa de Israel (FDI).
Todas las guerras iniciadas por los árabes, las intifadas, atentados, y ahora la invasión de Hamás entre otros grupos terroristas y civiles armados, han sido repelidas en legítima defensa. Es increíble que después de tantos intentos por destruir a Israel en todas las formas posibles, no hayan concientizado la lección, como lo han hecho ya varios países de la región, y depongan esa sed sangrienta y suicida al estilo kamikaze japonés.
Llegó la hora de que los países árabes impongan su autoridad, su sapiencia y cordura para encausar al pueblo palestino hacia otros derroteros que no sean la destrucción del otro, la enseñanza del odio, la algarabía y júbilo por el asesinato, el recibir recompensas porque un hijo se “martirizó”. Esas atávicas formas de vivir y pensar deben y tienen que cambiar; no va a ser rápido, porque ese virus está impregnado profundamente en esa sociedad enferma.
Una vez que Israel cumpla con los objetivos de la guerra, vendrán nuevos desafíos, inmensos y difíciles, pero que se deberán afrontar en comunión con por lo menos los países limítrofes, sobre todo Egipto y el apoyo de Arabia Saudita como líder de la Liga Árabe.
Llegó la hora de que los países árabes impongan su autoridad, su sapiencia y cordura para encausar al pueblo palestino hacia otros derroteros que no sean la destrucción del otro, la enseñanza del odio, la algarabía y júbilo por el asesinato, el recibir recompensas porque un hijo se “martirizó”
De esta tragedia debe surgir algo positivo, todas las vidas que se han perdido, bien sea asesinadas o en el campo de batalla, deben servir para la tranquilidad y la paz como anhelo profundo de los israelíes en la seguridad de su nación y la reconfiguración de los territorios palestinos, sus autoridades, sus objetivos, su proyecto de nación en búsqueda de la coexistencia.
Israel ha demostrado una vez más que es un pueblo valiente, vigoroso, que vive el día a día con pasión, con fervor, que ha recibido un golpe muy duro e inesperado, pero no tengan la menor duda de que saldrá adelante, más fuerte y más inteligente.
En cuanto al pueblo judío, nos ayudó mucho esta tragedia para desenmascarar a todos los judeófobos que sacaron lo peor de sí, de sus prejuicios y sus demonios. Ellos tampoco triunfarán, como tampoco lo harán Sudáfrica y los países que la apoyan en esa aberrante, absurda y patética demanda por “genocidio” al que lo sufrió en carne propia.
Todos quedaron al descubierto. El mundo tendrá que decidir el rumbo qué desea tomar para sus hijos y nietos, nosotros lo tenemos claro.